Entrevista a Alejandro Guerra Velázquez

Antiguo cabo 1º de la COE 103/82 (R-3º/1981)

Realizada por José Briones Giménez

Vocal Relaciones Externas FEDA VBVE

¿Por qué te metiste en una Unidad de Operaciones Especiales? ¿Qué es lo que te atrajo? Probablemente, podrías haber escogido destinos más cómodos en el ejército.

Mi padre fue cabo caballero legionario durante la Guerra Civil, y cada vez que se reunía con mis tíos, que también combatieron en la guerra, yo los escuchaba con toda mi atención, por lo que desde muy joven tenía claro que quería ser caballero legionario.

Estando en 8º de EGB, con el fin de recortar gastos para el viaje de fin de curso, recolectábamos papel que separábamos por su calidad y, en esa tarea, cayó en mis manos un ejemplar de la extinta revista “Reconquista”, aportada por un compañero de clase hijo de un subteniente, que editaban los suboficiales del Ejército de Tierra. Se trataba de una edición especial, titulada “Fuerzas Especiales”, en ella se describían las características de las Fuerzas Regulares, La Legión,  la Brigada Paracaidista, Esquiadores Escaladores y las Unidades de Operaciones Especiales, que para mí eran unas desconocidas. Quedé enganchado de inmediato a la COE. Por desgracia, aún no se había creado la BOEL, por lo que no podía compaginar la tradición familiar legionaria, con la nueva vocación guerrillera, por lo que opté por presentarme voluntario a la COE 103.

En aquella época estaba afiliado a la OJE y llevaba el Grupo de Aire Libre y Montaña, al cual transmití la noticia de mi descubrimiento, que tuvo gran éxito, pues al final acabamos en la COE cuatro miembros del Grupo, todos voluntarios de dos años, y dos de nosotros continuamos luego como profesionales.

¿Qué tal fueron los comienzos?

Dejando al margen los 45 días del CIR, nada más llegar a la COE nos llevaban a un lugar denominado “Coloradas” y puedo asegurar que en verdad las pasábamos coloradas en ese sitio: tierra roja, piedras volcánicas cortantes, ausencia de vegetación, viento permanente, sol de justicia, atención personalizada por parte de los veteranos y, como decía el Credo Guerrillero de la 103 “el cariño que en el trato de sus superiores recibirá”; vamos, lo normal, corriendo a todas horas y a todas partes, vigilia permanente al no dejarnos dormir más de 45 minutos seguidos, instrucción, instrucción, instrucción y, por último, más instrucción. Vamos, todo un planazo de vacaciones.

¿Recuerdas algún hecho o anécdota interesante de los primeros días?

En la 103 había una “prueba” no oficial, que te encomendaban los veteranos, a las que denominábamos “misión guerrillera”, que consistía en ordenar al recluta alguna barbaridad, para ver como reaccionaba, la mía consistió en llevar al campamento una lavadora. Algo así como: “Mañana a diana quiero ver aquí una lavadora”.

Huelga decir que Coloradas era una base militar de la cual no podíamos salir y donde no había establecimientos comerciales, más allá de algún hogar del soldado en los polvorines, la Batería de Costa, o en los acuartelamientos, pero no vendían lavadoras, además de tener un horario reducido.

Pues bien, me puse manos a la obra y recordé que en los terrenos adyacentes a la base existían varios vertederos de escombros y, haciendo memoria, recordé haber visto en uno de ellos algo parecido a una lavadora, por lo que me encaminé al sitio, salté la alambrada y, ¡eureka!, era una lavadora. La orden era llevar una lavadora, pero no especificaba si debía estar operativa, por lo que me lie a golpes con ella hasta conseguir sacarle el motor y demás piezas pesadas, dejando solamente la carcasa exterior, lo que hacía que fuera posible su transporte a mano, y me desplace con ella hasta el campamento. A diana, di novedades: “A la orden de usted, mi cabo. Misión guerrillera cumplimentada, sin novedad”. Fue todo un poema verle la cara al cabo mirando la lavadora.

¿Tardaste mucho en adaptarte a la marcha de la compañía?

Dado el torbellino de actividades, poco tiempo había para pensar en adaptaciones. La que sí se notaba era la adaptación física, a base de calambres, contracturas y demás fallas funcionales por exceso de uso. Nada a lo que el cuerpo no termine de acostumbrarse en unas semanas. En cuanto a la “pastilla”, término empleado para denominar la caña que nos daban los veteranos, contaba con la ventaja de que ya sabía en qué consistía, pues me lo habían contado mis dos camaradas de OJE que habían entrado antes, el cabo Pavón (hoy en día teniente en la reserva), y el guerrillero Orosa.

Habla un poco de tus compañeros. ¿Formasteis vínculos de amistad? ¿Qué tal el compañerismo en tu unidad?

En mi caso, al ser voluntario especial de dos años, entré junto a otros voluntarios: Rosales, Espino, Cabrera y otro del que no recuerdo su nombre pues fue dado de baja en la fase de escalada al contraer una pulmonía que se le complicó debido al cruce a nado de la presa de Los Pérez que, cada noche, los veteranos nos ofrecían amablemente como adelanto a la futura fase de combate en agua, supongo, a la vez que nos decían que era parte del entrenamiento para apoyar a nuestros hermanos argentinos en su lucha contra la Pérfida Albión, dado que dicha fase coincidió con el inicio de la guerra de Las Malvinas. El resto de mis compañeros los conocí a unos en el CIR, al compartir con ellos mi destino en la 3ª compañía, una vez que se apuntaron a la captación, y a los demás en el barco que nos llevaba desde Tenerife a Gran Canaria, donde estaba ubicada la COE 103. Había, pues, un doble sentido de pertenencia: el primero entre los voluntarios especiales de dos años y el segundo entre los que habíamos compartido destino en el CIR.

Una vez en la COE al separarnos por guerrillas (secciones) se creó un nuevo vínculo, esta vez mucho más fuerte, pues la instrucción se hacía por guerrillas, y la dureza e intensidad de la misma potenciaba el nacimiento de vínculos personales muy profundos, en especial el relativo a tu binomio, aprovecho desde aquí para saludar a mi machaca, el guerrillero Siguero, que desde el primer momento tuvo fe en mis posibilidades de modo que no me permitía aflojar un punto. Tenía que sacar la mejor nota en los exámenes teóricos de los viernes y debía estar siempre en el pelotón de cabeza en las carreras, so pena de hartarme a sesión especial de flexiones y demás atenciones motivacionales especiales. Me decía: “Machaca, tú tienes que ser cabo primero”, y así fue.

¿Mantuviste la amistad, una vez licenciado, con algún compañero de tu unidad o con compañeros del mundo de las Operaciones Especiales, a través de alguna asociación o en la Federación de Asociaciones de Veteranos Boinas Verdes, etc.?

Dado que, en mi primer periodo de servicio, me reenganche, tuve conocimiento del I Encuentro de Veteranos organizado por el GOE III, de modo que me puse las pilas para constituir una asociación en Las Palmas, de hecho creamos hasta los estatutos, pero, una vez salí de la COE, me dediqué al mundo del buceo profesional, por lo que pasaba largas temporadas fuera de mi isla y no conseguí engañar a nadie para que presidiera la asociación, por lo que quedó pendiente su puesta de largo oficial. Mi primer periodo en la COE fue de 1982 a 1986, en la COE 103, y el segundo de 1992 a 1996, en la misma COE, pero ahora denominada 82. En octubre de 2009, unos camaradas, constituimos la extinta Hermandad Insular de Antiguos Guerrilleros (HIAG) y convocamos un encuentro de tres días aprovechando el puente del Pilar, al que denominamos Operación Gofio. Se trataba de convivir en el monte los tres días. Tomamos como base de operaciones un refugio de la Federación de Montaña o albergue juvenil del Cabildo y desarrollamos un  tema táctico. El último día lo dedicamos a convivir con familiares y amigos que subían, con actividades a todos los niveles, y comida de hermandad, con Acto en Honor a los Caídos como colofón.

Se intentaba que viniesen camaradas desde la Península y para ello se consiguió un precio muy ajustado de la actividad; fueron momentos mágicos el poder reagrupar a compañeros que hacía 25 años o más que no se veían, compartiendo de nuevo una misión que cumplir.

En la actualidad presido la Asociación de Veteranos de Operaciones Especiales de Las Palmas, con unos magníficos guerrilleros, la mayoría antiguos profesionales, con ganas de poner al servicio de la sociedad y en especial de las Fuerzas Armadas nuestros conocimientos y voluntad de servicio, estamos federados y disponibles para lo que se tercie.

¿Qué tal te pareció la formación que recibiste en tu unidad? ¿Crees que tu experiencia ha influido en tu vida posterior? ¿Te ha ayudado en la toma de decisiones importantes en tu día a día y a formar tu carácter?

Toda acción humana es manifiestamente mejorable, pero, en mi caso, no me puedo quejar. La formación que se impartía en las antiguas COE era la que se podía, según las circunstancias, al tratarse de unidades dispersas, cada una dependía en primer lugar de la personalidad de su capitán, y, fundamentalmente, del apoyo recibido por el Mando Territorial en el que se encuadrase la correspondiente COE, en mis ocho años destinado, se notaba la diferencia de personalidad del capitán al frente de cada etapa y, sobre todo, de la comprensión o incomprensión del general de brigada al frente de la Jefatura de Tropas de Las Palmas, que se traducía en más o menos apoyo material a la hora de desarrollar los diferentes ejercicios de instrucción. La voluntad de formar y transmitir conocimientos por parte de los mandos era incuestionable y las ganas de aprender de los guerrilleros, también.

Sin duda, el paso por la COE ha condicionado profundamente mi vida, de realizar mi primera fase de combate en agua inicialmente encuadrado en el grupo Charly en agosto de 1982, a realizar y aprobar como segundo de mi promoción el Curso de Buceador de Apoyo en 1985 y dedicarme al buceo profesional una temporada, en especial como Buceador Rescatador en el Buque Hospital Esperanza del Mar, ilustra perfectamente la influencia de mi paso por la COE en mis trabajos posteriores, por no hablar del mundo de la seguridad, donde he desempeñado labores de director de seguridad, profesor e instructor de tiro, dentro y fuera de España.

Procuro siempre que debo tomar una decisión importante, aplicar el credo guerrillero de la COE 103/82 y no me arrepiento de nada por ello.

En la actualidad, trabajo como Letrado de la Administración de Justicia y lo que más me gusta es cuando debo realizar entradas y registros. Al principio, los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se extrañaban cuando me veían entrar con ellos y en ocasiones el jefe me decía que la intervención podría ser peligrosa, que normalmente los otros letrados esperaban fuera hasta que estaba todo controlado y yo les decía: “No se preocupen. Usted y yo somos servidores públicos y su vida no vale menos que la mía. El hecho de que yo esté presente en el momento de la entrada les da un plus en caso de que la cosa se complique, pues yo acreditaré que hubo que reaccionar con la contundencia debida a las circunstancias y lo reflejaré en mi acta, con lo que ustedes estarán cubiertos”.

Al acabar la intervención el jefe me acompañaba a mi despacho para que les entregase copia del acta que debían adjuntar al atestado policial y al ver la bandera de mochila del GOE II que lo presidía me preguntaban cuanto tiempo había estado en la COE y yo les decía que 8 años y sonriendo decían que ahora ya lo entendían. Para mí es un orgullo poder trabajar codo con codo con las fuerzas actuantes, allanar todos los problemas “legales” previos que se puedan presentar y explicar a los jueces y magistrados los detalles de la operación para que autoricen las intervenciones de la mejor manera posible y solventar los problemas que se producen durante los registros, gracias a lo aprendido debajo de nuestra amada boina verde.

En los recuerdos de muchos compañeros están las fases que hicimos. ¿Cuál fue la más dura y cuál la que más disfrutaste? ¿Hay alguna que no te gustaría repetir?

En los 80, la fase más intensa eran los ejercicios de guerrillas y contraguerrillas, donde nos enfrentábamos al Regimiento de Infantería Canarias 50 y, en ocasiones, se sumaba el Batallón de Ingenieros e incluso alguna Batería de Campaña. Eran ejercicios de doble acción, donde no había un guion que seguir. Teníamos libertad de acción y unas ganas inmensas de demostrar que éramos los mejores. Aunque debo reconocer que la fase de operaciones especiales que realizábamos entre nosotros era mucho más dura y exigente. Una vez al año se realizaban las maniobras generales en Fuerteventura (Ejercicios Gamma), donde se enfrentaba el citado Canarias 50 con el III Tercio de la Legión y nosotros íbamos cada año con un bando diferente. Era muy enriquecedor observar los movimientos del Tercio, donde aún habían personajes legendarios que aportaban valor a la unidad, tipos como el primero Jhonny, antiguo piloto de Phantom en Vietnam, que por cosas de la vida recaló en el Sáhara y después en Fuerteventura, bajo la protección del chapiri; o el primero Mario Pinto Vidal, antiguo oficial de comandos en Angola; o el primero Henry Lavigne, antiguo sargento mayor de la Legión Extranjera Francesa y otros que no recuerdo sus nombres, que me acogieron en su hermandad y me enseñaron trucos profesionales muy valiosos cuando era primero de la COE, y muy joven todavía.

Las fases técnicas, evidentemente creaban amor u odio, dependiendo de cada uno, los que tenían cierto vértigo pasaban las de Caín en escalada, o los que no sabían nadar se atragantaban con la inmensidad del océano, pero allí se iba a lo que se iba y ya está, como decía el lema: “Seguiré luchando y caminando”.

En esto de las fases, lo que sí recuerdo es que, al ser COE insular, no nos llevaban a hacer la fase de nieve a cambio de doble ración de combate en agua y siempre nos quedó el deseo de haber ido con el GOE II a Sierra Nevada. Se intentó en varias ocasiones, pero nunca cuajó.

Recuerdo, ya en los 90, la participación en ejercicios internacionales, donde se realizaban temas muy interesantes, y nos tocaba medirnos con personal profesional, llevando nosotros tropa de reemplazo, y no nos quedábamos atrás. 

¿Recuerdas algún hecho, anécdota especial o algo que consideres interesante?

Recuerdo que el 10 de octubre de 1982, último día de mi supervivencia, dejé planchado al coronel jefe de Estado Mayor del Mando Aéreo de Canarias contra una mampara de un Aviocar. ¿Cómo llegué a ello? Fue bastante complicado, veréis: la fase de supervivencia en cuestión se montó en medio de un tema táctico de los mejores que he visto en mi vida militar. Durante meses se preparó un asalto aéreo a la Base de

Guacimeta (Lanzarote), en la línea del famoso asalto que los israelíes llevaron a cabo al aeropuerto de Entebbe. Una vez realizado el asalto y destrucción de las infraestructuras de la base, se suponía que nos recogerían de nuevo los aviones, pero estos no se presentaron a la cita, por lo que hubo que cruzar la isla de Lanzarote por guerrillas, bajo la presión ejercida por el III Batallón del Canarias 50 de guarnición en la isla y permanecer en supervivencia en la Playa de la Madera, costa muy peligrosa debido a sus fuertes corrientes. Tras pasar la supervivencia en la playa, se trataba de retomar de nuevo el asalto aéreo, en el punto en el que regresaban los aviones a recogernos, por lo que nos colocamos al borde de la pista de aterrizaje ordenados por “aviones”. A mí me tocaba el último avión y era el primero que debía entrar en él, con la mochila Altus en el pecho, y el AN/PRC 77 en la espalda, pues era el radio de mi guerrilla. Una vez que el Aviocar pasaba por delante nuestro, debíamos correr tras él y subirnos en marcha por la rampa trasera, lo más rápido posible, y tomar asiento de inmediato para que el avión remontase el vuelo. Pues bien, corro tras el avión, subo por la rampa, sigo hasta el fondo del Aviocar y me lanzo sobre el primer asiento pegado a la mampara y noto algo blando debajo de mí que expide una exhalación. Sin más, salto al asiento de al lado y voy guiando al resto de mis camaradas. Una vez todos a bordo, el sargento Orta da la señal convenida y el avión procede a cerrar la rampa y se eleva. Pasados unos minutos, la persona que estaba a mi derecha y que yo había planchado al entrar, enciende un mechero para prender un cigarrillo y me lo pasa, con la luz del mechero puedo ver tres estrellas de ocho puntas en su pecho y le digo: “A la orden de usía, mi coronel. Perdone, pero es que no lo había visto”. El coronel del que no recuerdo su nombre me dijo que no había problema, que lo habíamos hecho muy bien, tanto en el ataque inicial a la base el día 1, como en la exfiltración que estábamos realizando. Nos dio el tiempo desde que entró el primero en el avión, que fui yo, hasta que penetró el último, creo recordar que dijo 18 segundos. Nos dio el paquete de tabaco y seguimos hablando hasta el aterrizaje. Lo más curioso es que, no solo el coronel me invitó a fumar tras aplastarlo, sino que al llegar a la base de Gando, nos tenían preparada una cena impresionante en el comedor; es decir, que les destruimos la base de Guacimeta en Lanzarote y nos premian con una fiesta en la de Gando, buena gente los del Aire, sin rencores.

¿Quieres comentar algo además de lo ya hablado?

Me gustaría reseñar dos acciones que creo bastante representativas de lo que significa portar una boina verde.

El 4 de julio de 1994 iba de regreso a mi unidad a bordo de un tren, con destino Barcelona, para desde allí coger un avión a Canarias. Llevaba un buen rato observando la existencia de diferentes fuegos a lo largo del trayecto. Al llegar a Manresa el tren se detuvo unas dos horas debido al corte de la vía por los fuegos existentes; seguimos la marcha y, ya en Sant Vicenç de Castellet, se paró definitivamente. Quedaron en mandar a los viajeros en guaguas, según iban llegando, de modo que opté por presentarme en el Puesto de la Guardia Civil, donde indiqué mi condición de militar y pregunté si había Protección Civil en el pueblo para incorporarme a las labores de extinción, puesto que tenía conocimientos sobre el particular y dado que no podía continuar mi marcha hacia mi unidad. Me remitieron al jefe de Policía, quien me dijo que tenía un grupo de 21 voluntarios, pero que no sabían muy bien qué hacer, pues la situación estaba descontrolada, debido al número de frentes de fuego existentes en toda la provincia.

Tras varios intentos, al final, consigo un plano 1:50.000 de la comarca. Llegados a ese punto, el concejal me pone al mando de los voluntarios y con el plano delante y la información que nos daban desde el Centro Coordinador de Emergencias, relativa a los focos más próximos, así como la dirección del viento y otras cuestiones, como la disponibilidad de equipos de extinción profesional que pudiesen acudir al municipio,  fui preguntando por las características de las vaguadas que aparecían en el plano, sobre el nivel de vegetación y si tenían, o no, agua corriendo por su cauce, de modo que determinamos los  puntos donde parar los frentes de fuego que se acercaban.

Después de varias horas, conseguimos dominar los focos en Sant Vicenc de Castellet y, de ahí, me llevaron a Monistrol de Montserrat con la misma función de organizar las cuadrillas de voluntarios. La colaboración mereció una la felicitación del alcalde.

En Navidades, se celebraba en el Recinto Ferial de Las Palmas la denominada Feria de la Infancia y la Juventud, en la edición de 1995, se pidió al mando que la COE montase una exposición dinámica durante la misma, para lo que hubo que organizar los turnos de permiso, de forma que cada día pudiera estar en la feria un sargento, o cabo primero, con dos cabos y diez guerrilleros.  El puesto ofrecía la emisión de videos de fases de la COE, con una breve exposición de armamento y material, un taller de mimetización, en el que los chavales aprendían a “pintarse” la cara de verde y negro, y un pequeño circuito de pasarelas, tirolinas y rápel. Todo ello en el interior del Pabellón VII, ubicado en el lateral Este del recinto. El horario de apertura era hasta las 21:30 h. El día de autos, sobre las 20:30 h, cuando me encontraba de jefe del puesto militar, la Directora de la Feria me comunica que acababan de recibir una llamada en la que anunciaban la colocación de un artefacto explosivo en el Pabellón VII, justo en el que teníamos nosotros el puesto y que lo reivindicaba ETA. Le digo que llamen a la Policía Nacional y que pregunten por los TEDAEX, que en Las Palmas hay un equipo destinado. Lo primero, les dije que la noticia no podía salir de allí, que bajo ningún concepto se transmitiese al público. Dada la hora, ya eran las 20:40 h y el cierre era a las 21:30 h, les propongo lo siguiente, tras hablar con el jefe de mantenimiento del Recinto Ferial:

-Simular un fallo en el sistema de alumbrado del Pabellón VII, encendiendo y apagando las luces, y dejando al final del parpadeo las de emergencia fijas.

-Anunciar por megafonía que por un fallo eléctrico se iba a proceder al cierre anticipado de la Feria, pero que guardasen la entrada que les serviría para el día siguiente.

-Montar un control de acceso con los guerrilleros en cada una de las puertas, de forma que todo el que saliese del Pabellón VII ya no pudiese volver a entrar.

-Iniciar la búsqueda en los lugares más característicos para la colocación de artefactos hasta la llegada de los TEDAEX.

Así lo hicimos y conseguimos desalojar el recinto (calculamos que unas 1200 personas) sin ningún incidente. En veinte minutos ya solo quedaban en el interior del recinto el pelotón de guerrilleros desplegado alrededor del Pabellón VII. Al llegar los TEDAEX nos felicitaron por las medidas tomadas. Los detalles de esta experiencia me han servido para cuando imparto clases de seguridad privada relativas a incidentes con explosivos. Al final detuvieron a la autora de la llamada y no se le dio publicidad al asunto para evitar imitadores.

Quiero desde aquí, agradecer al pelotón su valor y disposición absoluta, en el parte que elevé al mando les propuse para algún tipo de distinción o felicitación, que lamentablemente nunca llegó, no recuerdo sus nombres, pero ellos saben quiénes son.

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