El servicio de sanidad en la época fundacional del GOE III

Teniente Coronel médico (retirado) José Ignacio Solanes Calatayud

Antiguo Capitán médico del GOE III    

La llamada telefónica del comandante Viózquez a comienzos del mes de abril de este año, para encargarme que escribiese un artículo sobre el funcionamiento del Servicio de Asistencia Sanitaria en el GOE III, me dejó algo sorprendido y desconcertado. Tras recuperarme de la impresión inicial, el reto de hacer un esfuerzo por volver evocar mis vivencias en la unidad me dio ánimos para intentarlo y, en consecuencia, acepté el encargo. Por razones obvias, el artículo se referirá a un limitado lapso temporal dado que la unidad tiene una historia de 40 años y mi permanencia en ella, únicamente, fue de 4. Voy a intentar aportar mi punto de vista sobre el Servicio de Asistencia Sanitaria en el GOE III en la época fundacional del GOE III, describiendo su estructura y funcionamiento durante mis años de permanencia desde diciembre del año 1986 hasta el verano de 1990.  Además, aprovechando mi destino en comisión de servicios en el MOE desde abril hasta agosto de 2014, añadiré un pequeño comentario intentando describir el funcionamiento de la Sanidad en el MOE.

A principios del mes de diciembre de 1986 llegué al GOE Valencia III desde mi primer destino en el Regimiento de Artillería de Campaña, Nº 11 en Vicálvaro (Madrid), como capitán médico recién ascendido. Sin temor a equivocarme, creo que, para mí, para el resto de componentes de la Sanidad Militar y para la gran mayoría de los conocidos como pistolos, una unidad de operaciones especiales, la COE, era una absoluta desconocida y una completa caja de sorpresas.

Recuerdo que, en la fecha de mi llegada a la unidad, debía haber algún tipo de celebración porque, acompañado por quien con el transcurso del tiempo se convertiría en mi mejor aliado y amigo, el teniente ATS Antonio Belda, efectué mi presentación al jefe del GOE, en una especie de caseta, llena de trastos, en la parte trasera de las instalaciones del CIR 9. Allí se encontraba el comandante acompañado de parte de su PLM, junto con un enjambre de gente de todos los empleos que, en aquel momento, no estaba yo en condiciones de identificar.

El recibimiento por el jefe del GOE, acompañado de unas expresiones de bienvenida y de ánimo que sonaban algo así como: “¡Aquí está el nuevo brujo! ¡Otro más, ya veremos lo que dura! …” fue soltarme en la mano un triángulo de tortilla de patata “jugosito”; o sea, que chorreaba y que yo, vestido con uniformidad de rigurosa presentación, recibí estupefacto con los guantes blancos puestos. El resto de los participantes en la fiesta alternaban diferentes interpretaciones de la uniformidad. Unos, la mimetizada de campaña; otros, algo parecido a la de diario de oficina y algunos con prendas variopintas (bufandas, pañuelos, gorros, etc.) combinadas con elementos de la uniformidad de campaña. El ambiente general era alegre, festivo y con manifestaciones de curiosidad hacia la nueva incorporación. La fiesta evolucionó progresivamente hacia algo caótico parecido al ambiente de una “barraca de les fogueres” y tras la autorización del comandante se disolvió lentamente.

Como era de esperar, los “pura sangre”, conocedores de nuestro origen universitario que nos hacía más tendentes a analizar y valorar con espíritu crítico las órdenes, disposiciones e instrucciones recibidas que a aceptarlas sin rechistar, y de la muy probable superficialidad de conocimientos y espíritu militar adquiridos en los 3 meses pasados en la AGM, nos acogían con una mezcla de superioridad, desconfianza, curiosidad y afecto. Tengo que reseñar la buena acogida e interés en ayudar al nuevo brujo por parte de los suboficiales de la unidad que se interesaron en enseñarme algunas técnicas que, a lo largo de mi destino en el GOE me resultaron de mucha utilidad y sirvieron para mejorar mi integración en la unidad; por ejemplo, rapelar (sargento Blas) y aspectos técnicos relacionados con el buceo (sargento Plácido). Por incitación del entonces capitán Acevedo, y con resultado de un cabreo bastante superficial del comandante Perote, debo ser el único médico militar que ha bajado rapelando desde un helicóptero y desde el puente de las 7 lunas en Alcoy.

Como consecuencia de los prejuicios de “los pura sangre”, desde el primer momento, eras sometido a una serie pruebas más o menos sutiles para valorar el nivel como profesional médico y como militar. 

Como anécdota ilustrativa de este tipo de pruebas, voy a relatar la primera de ellas a escasos días de mi incorporación. En la primera semana destinado en la unidad, el comandante jefe del GOE consideró oportuno enviarme a realizar una visita de inspección sanitaria a una COE de la que dos secciones se encontraban en las proximidades de Riópar en fase de movimiento en montaña y otra sección en fase de supervivencia en Almazarán, próximo a Elche de la Sierra.  El capitán Bataller, jefe la PLM me adjudicó como medio de traslado, el vehículo oficial del jefe del GOE (Seat 127) con su conductor y escolta y, como medio auxiliar de cartografía, un plano oficial de carreteras a escala 1:250 000.  Supongo que, ante el medio de traslado: un vehículo utilitario no apto para transitar por terreno desigual y con frecuente tendencia a detenerse después de dar varios saltos, y el auxilio cartográfico del citado plano en el que apenas figuraban las poblaciones de menos de 2000 habitantes, el objetivo que se pretendía, según supongo, era ver mi capacidad para utilizar esos recursos, obtener otros, mi paciencia y capacidad de adaptación.

Creo que las apuestas debían estar decantadas a que no conseguiría localizar el punto de destino y pediría auxilio el primer día (no existía la telefonía móvil ni, por supuesto, sus aplicaciones). Pero como yo tenía que demostrar a los infantes que los prejuicios suelen dar lugar a evaluaciones equivocadas, que infravalorar al prójimo suele ser un error, que en la AGM en Zaragoza algo se aprende y como, además, preguntando se llega a Roma, conseguimos llegar al lugar en el que estaba el campamento de las dos secciones de la COE en los alrededores de Riópar y, siguiendo la tradición adjudicada a los médicos en mi unidad de procedencia en Artillería, llevamos una garrafa de vino de Monóvar. 

Esa noche saqué mi primera enseñanza guerrillera muy útil para el futuro. El brigada al mando del campamento en aquellos momentos, encargó a mi conductor y escolta que montasen la tienda del capitán médico. Yo sabía perfectamente montar una tienda individual, pero ni qué decir tiene que me pareció todo un detalle. Finalizaron las secciones sus actividades y regresaron al campamento. Los tenientes y sargentos cumplimentaron correcta y afectuosamente las presentaciones y, después de cenar, nos retiramos a descansar. Me introduje en mi tienda y… ¡Qué noche! No recuerdo en mi vida una noche de pesadilla mayor que aquella. 

Mi conductor y el escolta, no sé si accidentalmente o a propósito, habían montado la tienda sobre de los restos de una nevada anterior y debajo de un foco que permaneció encendido toda la noche. Evidentemente no pude pegar ni ojo, pero, vergüenza torera, a la mañana siguiente, durante el desayuno, no hice ningún comentario a pesar de las numerosas preguntas interesándose por cómo había pasado la noche. Después de desayunar y con los medios de auxiliares de topografía proporcionados por la PLM de la unidad (mapa de carreteras 1:250 000), salimos hacia Almazarán en Elche de la Sierra. Creo que, como método infalible de orientación, el brigada de la COE me dijo que en Elche de la Sierra le preguntara a alguien con pinta de pastor. A pesar de todo, conseguimos encontrar Almazarán y la primera imagen, que aún conservo en la memoria, fue la de un oficial pintarrajeado, con una uniformidad difícil de encajar en alguno de los tipos reglamentarios y blandiendo una ballesta. Al verme, el oficial ordenó reunir y formar a la sección que se encontraba de supervivencia. Y allí en medio de la niebla y el humo de los hornos cherokees, con el personal vestido con una uniformidad indescriptible, el teniente mandó firmes y, muy serio, me dio novedades. 

En la fecha de mi incorporación al GOE III, la dotación de personal del Servicio de Sanidad estaba compuesta por un oficial médico y un oficial enfermero, encuadrados en la Plana Mayor, auxiliados por 2 o 3 soldados encuadrados en la COE Plana. El material sanitario, bajo control del oficial enfermero, se componía de productos de farmacia (comprimidos, inyectables, pomadas, colirios, etc.), material de curas (apósitos, algodón, suturas, material parenteral, etc.) y material de atención a urgencias (férulas hinchables, férulas metálicas, vendajes, material quirúrgico, etc.) que estaba almacenado en una estancia del Botiquín del CIR 9 en el que también se nos había cedido un pequeño gabinete que hacía las veces de consulta médica, oficina, despacho y sala de estar.

El material sanitario se guardaba en unos arcones de madera con varias puertas de acceso y cadenas de sujeción para su transporte a lomos de semovientes. Recuerdo haber visto ejemplares idénticos de esos arcones en fotografías de mi tío abuelo Gilberto durante la guerra de África en los años 20 del pasado siglo. Además, la unidad contaba con una veterana ambulancia todoterreno dotada con camillas, botellas de O2, calefacción permanente y un curioso sistema de aire acondicionado que, evidentemente, no funcionaba. El conductor de la ambulancia, encuadrado en la COE Plana y adscrito a la sección de automóviles (subteniente Tormo), se agregaba para cada actividad en la que fuera solicitada su presencia.

Se debe tener en cuenta que, durante mi permanencia en el GOE III, el personal de tropa estaba compuesto por algunos cabos primeros y cabos reenganchados y el resto de guerrilleros que realizaban el servicio militar. Esta procedencia del personal tropa de la unidad motivaba que tanto la asistencia diaria como la asistencia en campaña, se atendiese por los oficiales del Cuerpo Militar de Sanidad, mientras que actualmente todos los componentes de las unidades son profesionales y tienen la asistencia diaria garantizada por las diferentes compañías de seguros médicos. La asistencia en campaña sigue estando desempeñada por los oficiales de Sanidad Militar destinados en la unidad o adscritos a ella. 

Esencialmente, la función del Servicio de Sanidad era el mantenimiento y recuperación de la salud del personal de la unidad para que pudiese desempeñar en perfectas condiciones físicas y mentales las misiones encomendadas en desarrollo del programa de instrucción. Las diferentes actividades del Servicio de Sanidad se desarrollaban en los aspectos pericial de selección durante las captaciones de futuros guerrilleros y evaluación de las condiciones psicofísicas exigidas para determinados cometidos (conducción de vehículos, cursos de buceo, pruebas físicas y cursos variados), medicina preventiva mediante programas de vacunación, asistencial en el reconocimiento diario en el acuartelamiento y en campaña durante el desarrollo de las actividades de la unidad y administrativa mediante la cumplimentación del libro de reconocimiento diario, partes de lesiones, informes de incidencia de enfermedades infecto-contagiosas, registro de la documentación sanitaria del personal de la unidad, remitida a organismos superiores, tramitación de las diferentes documentaciones de carácter asistencial, pericial y logístico relacionadas con el personal y el material sanitario de la unidad. 

Cuando, desde mi destino en Madrid, me puse en contacto con el teniente Belda para preguntarle por las características de la vacante, me dijo que, durante el año anterior, él solo había salido de maniobras durante dos semanas. Ni qué decir tiene que esta información me dio ánimos para pedir el destino. A partir de mi llegada a la unidad el teniente Belda y yo cubrimos completamente el programa de instrucción del GOE; por lo tanto, todos los meses salíamos dos semanas cada uno con una de las COE. A esto había que añadir las tres semanas de fase de agua de cada COE en verano y las maniobras de todo el GOE. La consecuencia de todo esto es que las dos semanas de maniobras que me informó el teniente Belda cuando le llamé por teléfono desde Madrid, se convirtieron en veintitrés semanas cada año. Como consecuencia de esto, mi mujer estuvo a punto de declararme en “busca y captura”.

Esta duración de las maniobras que condicionaba la separación de mi familia y dificultaba la ampliación, especialización y puesta al día de los conocimientos de mi profesión como médico, podría inducir a pensar que influiría negativamente en mi actitud hacia la unidad, pero no fue así. Realmente, el contacto más intenso y en las más variadas condiciones con todos los componentes de la unidad que siempre mantuvieron una actitud militarmente intachable con el oficial médico y, todo hay que decirlo, mi predisposición a tomármelo con una actitud deportiva, llevó a establecer progresivamente unas relaciones afectuosas y a mantener un espíritu de colaboración.

La unidad, por su carácter esencialmente operativo y que, por impulso de su comandante jefe, siempre se mantenía en perfectas condiciones de actuar a requerimiento de la cadena de mando, intervino en varias ocasiones en ayuda de la población civil, con motivo de las periódicas inundaciones que el río Segura producía en la Vega Baja y área de Torrevieja.

En el MOE, actualmente, se compone de un Estado Mayor, un Grupo del Cuartel General y 3 GOE como unidades operativas. La orgánica interna de los GOE ya no está compuesta por compañías, secciones, pelotones, etc. sino de una serie de equipos operativos con componentes de diferentes empleos con alta cualificación en diferentes especialidades. El Grupo del Cuartel General tiene en plantilla un oficial médico que dirige y coordina la actividad del Servicio de Sanidad en las diferentes unidades del MOE. Cada GOE tiene en plantilla 1 o 2 oficiales enfermeros que atienden las actividades asistenciales de su unidad en campaña. La asistencia sanitaria ordinaria está cubierta por las diferentes compañías de seguro médico concertadas con el ISFAS. 

En estos años de destino con los boinas verdes y mi estancia de 4 meses de mayo a agosto de 1993 en Bosnia con la Agrupación Canarias de Legión, he podido comprobar el espíritu de sacrificio, la disposición a hacer frente a los retos, el compañerismo, la abnegación y el cumplimiento de la misión pese a los riesgos, con la que todos los componentes de las unidades hacían frente a su trabajo diario sin importar la dureza de condiciones y las dificultades, lo que me ha llevado a sentir una gran admiración por ellos e intentar ser digno de llevar la boina verde. 

Estas líneas no puedo finalizarlas sin manifestar mi más profundo agradecimiento y admiración por su actitud colaboradora en todo momento, a los soldados médicos, enfermeros y conductores de ambulancia, que realizaron su servicio militar a mis órdenes y a las del teniente Belda, sin cuya aportación mi desempeño profesional durante este periodo hubiera sido menos eficaz y agradable de lo que fue.

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