Teniente Coronel José Carlos Huerta Ovejero
Diciembre de 1944, día 16, el ejército alemán irrumpió por sorpresa en territorio belga a través de los densos bosques de la región. La batalla de las Ardenas había comenzado.
19 de junio de 1985, cuarenta y un años después, cuatro patrullas del ejército español se trasladaron en Chinook desde Colmenar Viejo (FAMET) hasta Marche-en-Famenne, en el corazón de las Ardenas, a una base militar belga. El ejercicio “PEGASUS 85” había comenzado.(1) Una vez allí, nos aposentaron en un barracón donde tuvo lugar el primer briefing con las normas, mapas, el programa de los 12 días de maniobras y unos sobres precintados para llevar en la mochila en todo momento.(2) Comenzó a llover.
Al día siguiente, a primera hora, se nos asignaron medios y misiones a las 39 patrullas de la OTAN. A mi patrulla, también: “Infiltrarse en una zona a 20 kilómetros al oeste de Bastogne(3), obtener información del movimiento enemigo en un tramo de carretera (de coordenadas al kilómetro) durante 53 horas y transmitir la información lo antes posible a la base propia”.
La infiltración se realizó al ocaso en avión Transall C-160, mediante un lanzamiento paracaidista a baja cota; la exfiltración ocurrió siete días después, en helicóptero Sikorsky CH-53. La patrulla se articuló en binomio de transmisión en HF y en binomio de observación (BTx y BOv, en lo sucesivo).
El vuelo en Transall C-160, a baja cota, fue bastante movido, no así el salto, que fue magnífico. Tras reagruparnos, iniciamos el camino a la zona de misión, unos 12 kilómetros, con un peso del equipo horroroso, de unos 56 kilos por hombre. El camino se hizo despacio a través de los bosques belgas, evitando zonas de población y al “ejército enemigo ruso”. Cuatro horas después, llegamos al área; el BOv eligió el punto de monitorización del tramo de carretera, camuflando el puesto mientras que el BTx se retiró bosque adentro, unos 1500 metros, donde se instaló la antena dipolo y el puesto de transmisión, enmascarándolo con vegetación. Seguía lloviendo.
Al poco tiempo de activar el punto de observación, apareció el primer movimiento de vehículos enemigo, simulado por un jeep con una letra al costado, coincidente con uno de los sobres que llevábamos en la mochila y que desprecintamos. Tras estudiarlo, se identificaron unas pequeñas fotografías de material del Pacto de Varsovia, se cifró y se llevó en mano al BTx bosque adentro. Una vez entregado, encendí el transceptor, la veterana AN/PRC-74-B, conecté la batería (una carcasa de 10 kilos de peso) y la bajada de antena coaxial, fijé la frecuencia e hice el batido a cero, ajustando bien la portadora. Cuando el dial me dio la máxima salida de antena, emití el indicativo de la patrulla pensando en mi profesor de transmisiones de tercer año, el capitán Puentes Zamora, que decía: “Para enlazar por radio, hay que tener fe en las transmisiones; sin fe en las transmisiones, no se enlaza”. Mi base respondió a mi llamada. ¡Gran alivio!, la ionosfera estuvo “receptiva”. Inicié la transmisión. Acusé recibo y desconecté todo, cambiando de asentamiento. Este proceso se repitió unas 40 veces en 10 días. Evidentemente, se tuvo que simplificar el cambio de asentamiento, pues no había forma humana de cambiar 40 veces de asentamiento en la duración de la misión. (4)
Al atardecer se recibió un mensaje de la base donde se nos ordenaba obtener información de un punto de coordenadas al hectómetro, a unos 5 kilómetros de nuestra posición actual. Nos preparamos para cumplir la misión el teniente y yo, para lo cual llevamos solo el armamento, las GVN-201(5), los prismáticos, el correaje táctico y una suculenta lata de carne de vacuno en su jugo para cenar por el camino. Escondimos las mochilas con el equipo radio en el bosque y partimos. No había luna, ni refracción lumínica, la oscuridad era total.
Me adapté las GVN, las encendí y no vi nada. En teoría, estas gafas de visión nocturna amplifican 2500 veces la luz residual, pero 2500 x 0 lumen = 0 lumen; es decir, oscuridad plena. Conecté el infrarrojo y conseguí ver a unos 12 metros. Caminamos muy despacio durante unas 3 horas. Cuando calculé que estábamos a un kilómetro del punto, cenamos la lata de carne de vacuno en su jugo, para lo cual necesitamos activar el infrarrojo de las GVN, primero el teniente y luego yo. Nos supo a gloria bendita. Nos situamos en el mapa, miramos la brújula y talonamos 500 metros; a partir de ese punto, comenzamos a reptar. Seguía lloviendo. Nos llevó casi una hora hacer 500 metros, pero lo más angustioso fue reptar otros 500.
Las GVN las activé en modo intensificador para no ser detectado, pero continué sin ver nada. Nos aproximamos un poco más, despacio, muy despacio y se escuchó el sonido de apertura de una cremallera. El corazón me iba a mil; podía sentir mi pulso; contuve la respiración y advertí como pasos, pausa, sonido de una meada. “Aquí hay alguien vivo”, pensé. Al rato, el ruido se introdujo en la tienda y se volvió a escuchar el sonido de cierre de la cremallera. Me arriesgué y encendí el infrarrojo. Estábamos en medio de un campamento tipo militar, un camión, un jeep y, ¿un centinela? De repente, se iluminó toda la zona, como si hubiera salido el sol. En realidad, era la luz de la linterna del militar que entró en la tienda de campaña, amplificada 2500 veces por mi GVN. Aproveché y tomé nota mental de todo; la matrícula del camión, del jeep y conté las tiendas de campaña, sin moverme del sitio. También localicé a un vigilante, bajo una lona entre el camión y el jeep. De repente, se me erizaron los pelos al advertir un perro pastor alemán junto al camión, a unos 25 metros de distancia. Era momento de retirarse.
Reptando hacia atrás, cual cangrejos, retrocedimos unos 50 metros, nos incorporamos y nos desvanecimos hacia “nuestro bosque”, al que llegamos ya amaneciendo, tras unas dos horas de camino. Localicé mi mochila, conecté la radio, cifré el mensaje y lo transmití. El teniente decidió no cambiar de asentamiento. Continuaba la lluvia.
Después de lo anterior, se nos ordenó cumplir otras dos misiones más cambiando de punto de observación, realizando movimientos tácticos mientras el personal militar enemigo montaba sus líneas de vigilancia perpendiculares a nuestra dirección de progresión. Era evidente que la dirección del ejercicio (DIREX) “jugaba” con las patrullas para provocar encuentros con las fuerzas enemigas. No obstante, detectamos todos sus movimientos, por ahora.
El día siete de ejercicio se recibió el mensaje para trasladarnos a la base propia (exfiltración), para lo cual, al ocaso, se balizó un punto para un helicóptero CH-53. “¡Uf!, menos mal”, estábamos físicamente agotados, sin apenas dormir ni comer. Pero ¿el ejercicio táctico no duraba 10 días? Algo no me cuadraba…Ya en el helicóptero, de vuelta a zona propia, se simuló un derribo de este y aterrizamos en ¿las Ardenas? Se nos ordenó bajar sin mochila, solo correaje táctico y armamento, entregándonos una orden de contacto con un agente amigo (partisano) en unas coordenadas y una fotocopia de un mapa quemado. Acababa de iniciarse la fase de evasión que duró 72 horas, con el enemigo haciéndonos la vida imposible. Ahora me cuadraba todo.
Tras situarnos en el mapa (nos llevó varias horas), caminamos con rumbo NW, hacia el río Mosa, en dirección a Namur, evitando zonas pobladas y carreteras, localizando al primer agente, quien nos entregó otra misión de contacto con otro partisano y algo de comida. El enemigo tenía emboscadas y líneas de vigilancia por toda la zona. De momento, las habíamos sorteado a tiempo.
Un día después, contactamos con el segundo partisano que nos dio las coordenadas del último punto, un fuerte del siglo XIX usado en las dos guerras mundiales y ahora medio en ruinas, a orilla del río Mosa, llamado Fort de Dave (ver mapa).
En Fort de Dave coincidimos con varias patrullas de la OTAN. El agente nos introdujo en la fortaleza por un pasadizo. Después de un recorrido de una hora, túneles y más túneles, acabamos en un acantilado de unos 30 metros por el que bajamos en rápel hasta el río Mosa, preparándonos para cruzarlo. Al otro lado se percibía la libertad, el país propio. Seguía lloviendo.
Llegamos al pie del Mosa y estanqueizamos las GVN y el mapa. Nadamos por binomios, el agua estaba fría y la corriente era fuerte, teníamos deriva. Parecía que nunca alcanzábamos la orilla. Por fin, zona propia. Se pasó revista. Todo perfecto, excepto el frío. Ya no me importaba la lluvia. Por mí podía estar lloviendo un mes más.
Nos juntamos con otras patrullas extranjeras que nos indicaron un bar abierto donde comimos algo. Eran las 04:30 horas y hasta las 06:15 horas no aterrizaron los helicópteros, a unos 4 kilómetros. Fue la primera vez que nos relajamos en 10 días. Después iniciamos viaje a la base belga. Los dos días siguientes fueron de relax, realizando saltos paracaidistas desde helicóptero y visitas a unidades militares.
El ejercicio “PEGASUS 85” fue todo un reto, por ser uno de los primeros de este tipo ejecutado por el Ejército español. De ahí en adelante se perfeccionaron los procedimientos tácticos de las patrullas y se modernizaron los equipos de transmisión. Ya no se usó la grafía nunca más. En los años siguientes se emplearon los modernos procesadores de mensajes, transmitiendo en alta velocidad. Todo un lujo.
Y sin ser consciente de ello, el GOE Órdenes Militares I hizo historia: fue la primera unidad de operaciones especiales que realizó una misión con la OTAN, siendo pioneros en crear doctrina en el empleo de las patrullas de reconocimiento en profundidad.
¡Ha llovido mucho!
(1)- Ambientado en la batalla de Las Ardenas de diciembre de 1944, el ejercicio PEGASUS simulaba el ataque e invasión del ejército ruso y su avance hacia el oeste. Aquí es donde las PRP entran en juego, a fin de obtener información exacta del avance de las columnas enemigas, su transmisión en el menor tiempo posible a su G-2 y el posterior ataque de la aviación y/o artillería.
(2)- Los sobres, marcados con una letra, se desprecintaban al paso de un vehículo de DIREX (dirección del ejercicio) con la misma letra del sobre en su lateral. Cada sobre llevaba una serie de fotografías pequeñas de material del Pacto de Varsovia, lo que determinaba una unidad militar enemiga moviéndose a algún lugar. Las fotos del sobre debían ser identificadas correctamente para su cifrado y posterior transmisión. Se valoraba la rapidez en la trasmisión a la base propia y la correcta identificación del convoy enemigo.
(3)- Ver mapa (punto amarillo).
(4)- Un principio básico en las unidades de operaciones especiales es que cualquier transmisión es interceptada y localizada por el enemigo. Por consiguiente, después de una transmisión, es necesario cambiar de sitio.
(5)- Gafas de visión nocturna.
Madrid, 25 de septiembre de 2023