Sección COE-102 (1977/78)
Esta vez mencionaré el nombre. Porque lo merece. Y su nombre es capitán Benito. Al mando de la COE 102 en los 16 meses de mi servicio… y más tiempo.
Breves pinceladas de cómo es ese hombre que marcó el resto de nuestras vidas a quienes estuvimos a sus órdenes, incluidos suboficiales y oficiales. Si tengo que buscar una palabra para definirlo es un hombre recto. Independientemente de sus excelentes cualidades guerrilleras y otras añadidas, pero, para resumir, recto.
Un hombre duro, bregado y cabal que forjó con esa impronta a sus guerrilleros. Un mando exigente pero ecuánime, al que sus hombres obedecerían cualquier orden. Sin dudar.
Formó una unidad operativa y disciplinada de tal forma que aún hoy se refleja cuando alguno de sus componentes participan en raids militares actuales. Si alguno de los que lee ha estado presente puede atestiguarlo.
Estaba al frente de esa Base apartada de todo y sin contacto alguno con otras unidades. De las únicas COE libres de pistolos, COE independientes en estado puro, salvajes. Sin parafernalias ni restricciones como las que estaban empotradas en un cuartel. Esas COE eran como una reserva de caza con su propia ley.
El capitán era Dios. Cuando llegué a La Mina no había capitán, estaba en un curso de Educación Física, decían. Como mando absoluto de la Base teníamos un teniente comandante. Pasaron algunas semanas y se notó un cierto nerviosismo. ¡Regresa el capitán! Nos sorprendía que nuestros mandos se mostraran inquietos ante su llegada. Supimos por qué. Desde luego hubo un antes y un después. Para que os hagáis una idea de cómo llevaba a su tropa, mencionaré solo algunos detalles de cómo llevaba a sus mandos, que se sentían tan cohibidos ante él como nosotros ante ellos. Detallaré solo algún dato de la toma de contacto con nuestro capitán.
Primera salida con él. Fase de combate en población. Instalaciones: antiguo leprosario con amplias zonas urbanas completas a nuestra disposición. Tan amplias que permitían compaginar con la fase de explosivos y sus voladuras, guerrilla urbana, toma y defensa de población, toma de edificios, trampas explosivas de circunstancias en puertas y ventanas, etc. Ya sabéis de qué va.
Material había de sobra. Además de los dos días de tiro semanales, más los de tiro nocturno quemábamos cartuchos por miles. Munición a destajo. De tal forma que en la patrulla de tiro llevábamos dos cetmes para alternarlos cuando se recalentaba la herramienta. Cuando tirábamos granadas, cajas y cajas. Y el exógeno abundaba de tal manera que cada guerrillero montaba cargas de todo tipo. Tal abundancia de material contrastó con otras COE cuando salí de allí.
Puede que fuera porque el polvorín estaba a rebosar de material de la recién Marcha Verde del Sahara y se había de quemar antes de que caducara. No lo sé. Munición, granadas y explosivos tiramos para dar y vender.
La salida se aderezaba con dispersiones nocturnas y puntos de reunión a tomar…viento, algún largo recorrido, infiltración acuática sin luna. Salida movidita vaya. 10 días de actividad continua. Día y noche.
Ya instalados, primera formación: “A formar con equipo de combate”. Forma la compañía con su equipo habitual: mochila de combate, armamento y munición. Forman oficiales y suboficiales con su equipo habitual… pipa al cinto y espalda al aire. Aparece el capitán…¡¡con mochila de combate, pistola, subfusil y munición!! El resto de mandos, pálidos. Suelta un rugido: “¡¡He ordenado formar con equipo de combate!!”. Los mandos, por piernas, a por su mochila y armamento. Todo eso delante de la tropa formada. Empezamos a conocer su carácter. Ya con su equipo completo empieza la marcha. Y la marcha sigue y sigue y sigue todo el día. No sé cuántas horas, pero se dulcificaban cuando oíamos a otros mandos susurrar: “¿A dónde nos llevará este…?”. Sufríamos, jodidos pero contentos. Ahora estaban como nosotros; ni sabían dónde iban ni cuándo acababa el pateo.
Remontamos el barranco del Infierno, escalamos a pelo la pared vertical que se halla en su garganta y avituallamos en el vértice del Roque donde no cabía la compañía colgando cada uno del risco que podía. Fue un bonito día en el que descubrimos aspectos desconocidos. Esa la primera.
Otra que le vi. Teníamos al sargento que tenía un brazo 50 cm más largo que el otro. Se trataba de una prótesis de madera asida permanentemente a su mano en forma de porra que siempre le acompañaba y con la que constantemente nos estaba estimulando.
Escalando un edificio con dificultad, al tomar tierra, tomó también de su medicina. Aparece el capitán. “Esa no es la solución”: dice. “Primero hay que mostrar cómo se hace y luego exigirlo”. Delante mío y suyo. Y el capitán se pone a escalar el edificio. Esa fue otra.
Último día: exhibición ante el capitán general. Acabada y formados, el capitán le da novedades. El capitán general le insinúa no sé qué para el próximo día: “Mis hombres llevan operando 10 días, día y noche, y mañana tendrán descanso”. Le soltó delante de la tropa de forma que todos oímos claramente. Al día siguiente tuvimos descanso. Todo ello salpicado, lógicamente, de unas cuantas más.
Nos hicimos una buena idea de quién era nuestro nuevo mando. Y multitud de ellas luego. Como cuando, un día de regreso a La Mina, el cabo primero al mando ordena “paso ligero” para subir esa maldita cuesta que antecedía a la Base y era la peor subida de toda la isla, porque ya llegando y a la espera del descanso, era habitual un último puteo y subir a paso ligero en formación.
Como el primero era de los nuestros, intentamos convencerle que no nos jodiera. Puesto que no lo conseguimos, nos negamos a correr y subimos andando. Llegados a La Mina el primero Andoni dio novedades al capitán incluyendo la incidencia. Conociendo al capitán, la compañía en firmes, tensa. Le dijo al primero: “Esto puede ser sedición. Si no quieren correr…vamos a verlo… ¡De frente, paso ligero!” ordenó. Tal cual. Salimos de nuevo de La Mina y le metió una paliza a la compañía que todavía hoy se recuerda. Con él al frente marcando el paso en traje de faena como se encontraba. Otra más. Y digo que todavía se recuerda porque decenas de años más tarde, en un encuentro en La Mina comentando con el guerrillero Guanche que también se encontraba presente y recordando la anécdota mencioné mi recuerdo que en el mismo momento que el capitán Benito ordenó “De frente, paso ligero” Guanche acabó mi frase diciendo: “¡¡El cielo se oscureció!!” que es exactamente como yo lo recordaba… y él también. Por lo que la coincidencia confirma que así fue. Increíble. Se manifestó su poder incluso sobre la naturaleza, presagiando lo que nos esperaba.
Y la última, no porque no hubiera más, sino porque basta para hacernos una idea de su talante. En cierta ocasión, un domingo; se armó una trifulca en la discoteca Jumbo de La Laguna donde uno de los nuestros fue acorralado. Corrió la voz hasta la compañía y los arrestados que no podíamos salir nos exfiltramos hacia abajo. Se montó una de órdago en la que intervinieron varias unidades del orden.
Llegó a Capitanía el tema y con ello al capitán Benito. Se presentó en La Mina. Estaba oscureciendo. Mandó formar a los integrantes. Soltó una bronca y un rapapolvo para no olvidar. Nos arrestó a calabozo para al día siguiente iniciar los procedimientos de lo que sería un Consejo de Guerra. Por último añadió: “Estoy orgulloso de ustedes”.
Y dirigiéndose al primero de servicio al mando de la Base, le ordenó; “al calabozo solo a dormir, pueden entrar a la TV y a la cantina y pueden seguir llevando Boina” privilegios estos que se perdían al entrar en la “carroña”. Otra más de su carácter.
Le recuerdo detalles cotidianos en el monte, como los de todos, del día a día. De vez en cuando se fumaba un cigarro, pero con un alfiler lo llenaba de agujeros antes, suponía yo que para tragar menos humo. O cosiéndose las ampollas de los pies a final de una etapa de largo recorrido por La Gomera. Esa la recuerdo mejor porque aún conservo la foto.
Puntual en el encuentro anual en La Mina, siempre con su porte, nos nutre de vez en cuando alguna anécdota que antes no se podía contar y… otras que ahora tampoco.
Una simpática es cuando proporcionamos cobertura de seguridad en la visita de D. Juan Carlos y Dña. Sofía. Cubriendo tejados y perímetro en el edificio de Palo Alto, donde pernoctaban, según cuenta, una noche asomó la Reina al balcón mientras que de inmediato el Rey la apartó resguardándola: “¡¡Aparta, Sofía, que están ahí los guerrilleros!!” Y se sonríe al contarla.
Con los años fue ascendiendo de empleo. Pero si nos dirigimos a él por su mayor rango, siempre nos corrige: “Yo soy vuestro capitán” Y nosotros, siempre, sus guerrilleros. Su adiestramiento y liderazgo marcó impronta en mandos y tropa. Forjó unos operadores con capacidad de instruir grupos en la disciplina para lo que fueron creados, con garantías para llevar a cabo sus misiones con medios de circunstancias. Y transformó a sus hombres para el resto de sus vidas.
A pesar de sus ascensos, en los encuentros anuales en La Mina sigue portando su Boina Verde con tres estrellas de solo 6 puntas.
