Comangoe 95

General de Brigada (retirado) Vicente Bataller Alventosa   

Antiguo Capitán, Comandante y Teniente Coronel del GOE III y Coronel 2º jefe del MOE

Boinas verdes portugueses y españoles codo a codo

En el mes de junio de 1995, durante mi última etapa de comandante al frente del GOE III, se llevó a cabo el ejercicio Comangoe-95. Fue uno de los ejercicios específicos de operaciones especiales (OE) más importantes entre los realizados hasta a entonces en España. Se preparó, dirigió y ejecutó, con la ayuda de una pequeñísima plana mayor que mandaba el capitán Agustín Velázquez, recién incorporado al GOE, que contaba con el teniente Luis V. Canela en 3ª sección y los suboficiales Manuel Viózquez (4ª sección), Daniel Escobar (1ª) y Manuel García (2ª). Según veremos, hubo que coordinar la actuación de muchos y variados medios: el GOE III al completo, una unidad de los boinas verdes portugueses, una COE y sección de transmisiones del GOE I, patrullas de las COE isleñas (la 7, 81 y 82), de la EZAPAC, de la UEBC, unidades de la División Maestrazgo 3 para proteger los 29 objetivos en los que estaba previsto a actuar, dos helicópteros del tipo Volkov y cuatro HU del BHELMA II, dos Chinook del BHELTRA V, dos aviones de ataque F-5 del Ala 23, un Aviocar (T 12) de transporte del Ala 37 y un submarino, más el equipo de evaluadores. Lo que parecía una misión imposible para una plana mayor tan reducida, se cumplió con éxito dada la valía y entrega de los citados mandos.

Su nombre, “Comangoe”, según puede observarse, era heredero de un ejercicio de «guerrillas y contraguerrillas» que tradicionalmente realizaban los comandos portugueses asentados en Amadora (proximidades de Lisboa) con un Grupo de Operaciones Especiales (GOE) español, alternando cada año el suelo hispano con las tierras del vecino país según fuera, una u otra unidad, la responsable de su organización. En esta ocasión el escenario fue una amplia zona del Levante español.

Al desaparecer, el 1 de enero de 1994, el Regimiento de Comandos con motivo de una reorganización de las Fuerzas Armadas portuguesas, el Estado Mayor de su ejército luso optó por potenciar a sus Fuerzas de Operaciones Especiales (Forces OE), de ahí que les correspondiera a los boinas verdes lusitanos efectuar el relevo y recogerles la antorcha a los comandos y, si bien en la citada edición estos ejercicios aún conservaron su primitivo bautizo, en lo sucesivo su nuevo nombre sería el de “Forcesgoe”.

Mientras tanto, por lo que respecta al “Comangoe 95”, le correspondió al GOE III, con sede en el acuartelamiento Rabasa de Alicante, ser el anfitrión durante nueve días de estos soldados portugueses

procedentes del Centro de Instrucción de Operaciones Especiales (CIOE) y del Batallón de Elementos de Operaciones Especiales (BEOE), ambos ubicados en Lamego. Nueve días que, restados los viajes de incorporación y regreso, se convirtieron en siete distribuidos de la siguiente forma: dos para estudiar las misiones, preparativos y ensayos sobre las maquetas que simulaban los objetivos, cuatro para la ejecución in situ de los golpes de mano y asaltos aéreos, y finalmente, una última jornada dedicada a la convivencia, tiro y juicio crítico.

La concentración

Según comentaba al principio, el “Comangoe 95” fue quizás uno de los ejercicios específicos de OE más importantes de los llevados a cabo hasta ese momento en España en base, principalmente, a dos razones. Por un lado, la entidad y diversidad de las fuerzas y de los medios de infiltración participantes y, por otra parte, la amplitud de la zona de acción y elevado número de objetivos de interés táctico o estratégico atacados.

Respecto a lo primero cabe señalar, como ya se dijo, que además de los boinas verdes portugueses del CIOE y BEOE y de los guerrilleros españoles del GOE III ya mencionados, se incorporaron a este ejercicio la sección de transmisiones y una compañía del GOE I procedentes de Colmenar Viejo (Madrid}, mientras que, desde Palma de Mallorca, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, la COE 7, la COE 81 y la COE 82 enviaron una patrulla en representación de los boinas verdes de Ultramar. Pero estas numerosas fuerzas de OE no fueron el único componente terrestre del ejercicio, pues la División de Infantería Mecanizada Maestrazgo nº 3, de guarnición en las Comunidades valenciana y murciana, también colaboró en la operación al proporcionar pequeñas unidades y elementos de transmisiones y de inteligencia para dar protección a algunos de los 29 objetivos seleccionados y repartidos a lo largo de toda la geografía levantina desde el río Júcar, por el Norte, hasta las baterías de la Artillería de costa que protegen la base naval de Cartagena, por el Sur, y a la vez, para simular un despliegue de puestos de mando y centros de transmisiones propias de una División de Infantería.

Por tierra, mar y aire

Y si por tierra se mueve habitualmente el guerrillero, y para ello aprovecha la vegetación, los accidentes del terreno, o la oscuridad de la noche, contando como principal medio de locomoción con sus propias piernas y como único elemento de apoyo logístico con su enorme y pesada mochila, indudablemente, para infiltrarse y exfiltrarse desde una zona lejana de la retaguardia, escenario habitual de las OE, será necesario el apoyo de medios de transporte de largo alcance, normalmente aéreos o navales, no siempre fáciles de conseguir en los ejercicios tácticos si bien, afortunadamente para el “Comangoe 95”, este no fue el caso al contar con la inestimable colaboración de helicópteros del Ejército de Tierra, aviones y la escuadrilla de zapadores paracaidistas (EZEPAC) del Ejército del Aire, sin olvidar al submarino Delfín y un equipo de la Unidad Especial de Buceadores de Combate (UEBC) de la Armada. En definitiva, los boinas verdes se infiltraron por tierra, mar y aire e incluso por ríos, como es el caso del descenso nocturno del Júcar para colocar cargas en los pilares de algunos de sus puentes cortando así la autopista y la vía del tren.

Con casi cien horas de vuelo concedidas para este ejercicio, las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (FAMET) asumieron el peso principal en lo relativo a la infiltración de las patrullas de reconocimiento y de combate.  

Precisamente en esas fechas los pilotos españoles de helicópteros ya contaban con aparatos de visión nocturna para volar y aterrizar de noche en pleno monte y se situaban en este aspecto en cabeza de la OTAN junto con sus homólogos de los Estados Unidos. Una vez más, se iba a demostrar que en OE estos medios jugaban un papel fundamental.

Procedentes del Batallón de Maniobra (BHELMA II) de Bétera (Valencia) y del Batallón de Transporte (BHELTRA V) de Colmenar Viejo (Madrid), en el helipuerto del acuartelamiento de Rabasa se juntaron tres modelos distintos de helicópteros: los de reconocimiento (HR), del tipo Volkov con capacidad para el transporte de tres personas, los de maniobra (HU), que pueden cargar hasta ocho boinas verdes con equipo pesado y, finalmente, los de transporte (HT) Chinook, capaces de trasladar entre treinta y cuarenta soldados según el peso del equipo individual.

Las alas y el delfín

En lo referente a la Fuerza Aérea, intervino el Ala 23 con aviones de ataque F-5 (A-9 en España) desplazados desde Badajoz, y el Ala 37 con C-212 Aviocar de transporte (T-12) procedentes de Valladolid, este último con misiones de lanzamiento de cargas y rescate de personal aterrizando para ello en dos aeroclubs civiles previamente tomados por las patrullas de combate.

La EZAPAC con sede en Alcantarilla (Murcia), intervino integrando a sus hombres en las diferentes patrullas de información y de combate. Sus principales responsabilidades fueron el enlace aéreo, el balizaje de los lanzamientos de cargas y la señalización de objetivos a la aviación. A tal efecto se constituyeron Controladores Aéreos Avanzados (FAC) en varias de las patrullas y un Oficial de Enlace Aire (ALO) en el puesto de mando principal, con la finalidad de asesorar al director del ejercicio en todo lo relacionado con operaciones aéreas y solucionar los problemas de carácter técnico.

Finalmente, las infiltraciones quizás más emocionantes para algunos boinas verdes, corrieron a cargo del submarino Delfín que durante tres días con sus noches estuvo muchas horas navegando en inmersión de apoyo de estas acciones para infiltrar a un total de cinco patrullas, esto es, alrededor de 52 hombres entre los que se encontraban los buceadores del GOE III y un equipo de buceadores de la UEBC, estos últimos responsables de los aspectos más técnicos, especialmente a las operaciones de amarre y suelta de botes neumáticos del submarino. Una pequeña embarcación, la Guadiana, y seis zódiacs que en ocasiones simularon desembarcos anfibios, completaron los medios utilizados por mar.

Allanando el camino

Tras este repaso de la finalidad, misiones y objetivos a alcanzar y después de enumerar las diversas fuerzas y medios que participaron en el ejercicio “Comangoe 95” conviene, antes de entrar de lleno en acción, ambientarse en las causas del supuesto conflicto y en el papel asignado en el mismo a las fuerzas de OE.

En resumen, se trataba de una crisis entre dos contingentes, el Verde y el Marrón, originada por divergencias entre países vecinos de este último que solicitaron de la ONU la actuación de una fuerza multinacional para tratar de recuperar las fronteras violadas por el bando Naranja (al estilo de lo ocurrido en la Guerra del Golfo Pérsico). El Mando aliado de la coalición Verde decidió, entre otras acciones, llevar a cabo un desembarco aéreo y anfibio a gran escala de su Fuerza de Acción Rápida una vez concentrados en las islas Beniares necesitando previamente que las fuerzas de operaciones especiales, bajo un mando único, facilitasen el citado desembarco a los medios aéreos y navales y allanasen el terreno a las unidades convencionales mediante:

-Infiltración con antelación suficiente de patrullas de reconocimiento especial para obtener información o completar la obtenida por otros medios.

– Golpes de mano a los radares de vigilancia aérea, misiles superficie-aire, baterías de artillería de costa, centros de transmisiones, puestos de mando, armas especiales, etc.

-Ocupación de bases aéreas, aeroclubs y puertos navales.

-Señalización de objetivos a la aviación y a los misiles de largo alcance, balizando zonas de desembarco paracaidista y de playas de desembarco.

Además de los soldados de la División nº 3 que guarnecían y protegían los objetivos y hacían de enemigos (junto con los boinas verdes que actuaban de contra incursión) en este ejercicio de doble acción, se confeccionaron maquetas a escala real de misiles SA-6 y SA-9, lanzadera de cohetes BM-21, cañones de artillería, etc., todos ellos construidos por la Unidad de Simulación que se constituyó en la unidad de plana mayor del GOE III para la ocasión. Instalados en los objetivos militares sirvieron también para proporcionar un ambiente de realismo al ejercicio, junto con los cientos de sacos terreros, de alambrada rápida y de redes miméticas instaladas en sus alrededores.

Boinas verdes en acción

Al anochecer del día D el helipuerto de Rabasa parecía un hormiguero. Boinas verdes con las caras pintadas y con sus mochilas a la espalda, hartos de ensayos y preparativos, esperaban su turno para embarcar deseosos de, por fin, entrar en acción. A esa misma hora, compañeros suyos metidos en un submarino, tras todo un día de inmersión por el Mediterráneo miraban el reloj con la esperanza de que hubiera oscurecido y, de ese modo, poder salir a la superficie del mar y pasar también a los hechos.

Igual suerte corrían los soldados que se infiltraban desde el supuesto buque nodriza Guadiana que en realidad es una pequeña embarcación a motor del GOE III.

Mientras amarraban sus mochilas y armamento en las zódiacs para evitar pérdidas en el caso de mal estado de la mar, dirigían su mirada hacia el horizonte con la esperanza de que las aguas no se enfureciesen demasiado durante la larga travesía nocturna que estaban a punto de emprender.

Y mientras dos COE de combate, una española y otra portuguesa, integradas en siete patrullas mixtas tipo sección mandadas alternativamente por un oficial de ambos países se disponían a entrar en acción, la patrullas de reconocimiento especial llevaban varios días infiltradas. Intentaban pasar desapercibidas y preparaban el terreno, tanto a sus compañeros, los boinas verdes que iban a asaltar los objetivos por tierra, a los que les proporcionarían información de última hora, como a los pilotos de helicópteros, a los que les balizarían sus aterrizajes nocturnos y también a los aviadores, pues tenían previsto señalizarles el tiro aéreo.

Por su parte, las unidades de protección de objetivos de la División de Infantería y dos COE de contra incursión, una del GOE I y otra del CIOE portugués, llevaban también varios días desplegados en el terreno montando emboscadas de noche y buscando rastros de día.

Puentes sobre el río Júcar

Una de las misiones asignadas en esta operación a los boinas verdes consistió, según dijimos, en cortar las principales vías de comunicación para impedir la llegada de refuerzos por las mismas, especialmente procedentes de la zona Norte (Valencia).

En este sentido los puentes de la autovía y del ferrocarril a su paso por el río Júcar se convirtieron, junto con otros puentes metálicos sobre profundos barrancos, en objetivos a destruir. Los explosivos se simularían con tacos de madera y plastilina, pero efectuando los cálculos de cargas y el encendido como si de una voladura real se tratara. Posteriormente, el servicio de arbitraje pasaría revista a la colocación de las mismas en un intento de evaluar los resultados obtenidos en el caso de haberse producido la explosión. Pero veamos. Seguidamente, el relato de algunas de estas secuencias.

El helicóptero Chinook que transportó a la patrulla Alfa despegó desde Alicante con cuatro embarcaciones IBS y los explosivos simulados necesarios para volar uno de los principales puentes sobre el río Júcar, con un aterrizaje de noche aguas arriba próximo a una de sus orillas.

El elevado peso del explosivo, difícil de transportar a pie, no permitía otro procedimiento que el descolgarse por el río con los botes cargados a tope hasta alcanzar los pilares del puente, aprovechando también el favor de la corriente para alejarse del mismo una vez encendidas las mechas. Mientras tanto, a unos 100 km de allí, otros dos puentes metálicos pegados a la costa de Campello y de Mascarat eran volados supuestamente tras una infiltración por mar, teniendo que descolgarse en rápel para adosar las cargas a las estructuras metálicas y activarlas doblemente mediante cordón detonante en forma de aro de fuego.

Los buceadores de «Golf»

Los veintiocho hombres de la patrulla de combate Golf compuesta en su mayor parte por los buceadores del GOE III, a los que se agregaron buceadores del CIOE de Portugal y UEBC de la Armada, efectuaron tres golpes de mano, cada vez, un procedimiento distinto de infiltración. Esto es, en primer lugar, la inserción se llevó a cabo con un submarino y dos IBS; en la segunda ocasión, con un Chinook del que los guerrilleros saltarían al agua y serían recogidos por un submarino y, finalmente, lo mismo, pero acogiéndose a embarcaciones tipo zódiacs. Como objetivos tenían la base del Centro de Buceo de la Armada de isla Grosa, las baterías de Artillería de Costa de cabo Tiñoso y de Portman que protegían la base naval de Cartagena y un buque atracado en el puerto de Cabo Roig, así como el cuartel situado en esta zona.

Embarcar catorce hombres (máximo posible) con sus enormes mochilas en el submarino Delfín supuso todo un reto para aprovechar al milímetro el poco espacio disponible en el mismo y ello sin contar con las embarcaciones neumáticas que, deshinchadas, quedan amarradas en cubierta mediante una red japonesa y sus correspondientes cordinos. Luego, una vez alcanzado el punto de inserción, utilizarían una botella de CO2 para inflarlas en el menor tiempo posible y reducir así la exposición del submarino en superficie.

El desembarco se realizaría mediante cubierta húmeda, es decir, los botes con la carga de personal y material permanecerían en la cubierta del submarino mientras este haría inmersión estática, momento en que las balsas quedarían sobre el agua, o con cubierta seca, si el submarino se encontraba todo el tiempo en superficie hasta arriar los botes por el costado de sotavento, embarcando el personal una vez que estuvieran a flote, procedimiento más complicado y utilizado solo en caso de mala mar.

Finalmente, efectuado el golpe de mano, el “rendezvous” o recogida de la patrulla se efectuaría en un punto del mar próximo a la costa donde se embarcarían directamente en el submarino o bien este, caso de no poder sumergirse allí mismo por razones técnicas, remolcaráía los botes hasta un lugar más alejado, seguro, y apropiado para esta maniobra.

Fuerza aérea

El consumo de explosivos, municiones, pilas de transmisiones y, sobre todo, de comida, origina un problema de reposición que las unidades convencionales, siempre encuadrados en sus despliegues tácticos, tienen muy bien organizado y solucionado a través de una potente cadena logística que transporta los suministros por vía terrestre. Sin embargo, las patrullas de OE infiltradas y aisladas en la profundidad de la retaguardia enemiga solo tienen prácticamente, como único aliado, a la Fuerza Aérea y más concretamente, a los aviones de transporte capaces de abastecerlas mediante el lanzamiento de cargas en paracaídas, de ahí que el papel de los Aviocar (T-12) pertenecientes al Ala 37 de Valladolid, dado su considerable radio de acción comparados con el de los helicópteros, fuese fundamental en este ejercicio al abastecer a las patrullas que más tiempo permanecieron infiltradas.

Por si esto fuera poco, sus posibilidades de aterrizaje en pistas cortas, incluso de tierra, facilitaron la evacuación de personal y material propio o capturado siendo este el caso del “Comangoe 95”, donde además de dos pilotos abatidos se rescataron dos pequeños grupos de personal civil, residentes en el territorio adversario desde antes del conflicto; se exfiltrarían por vía aérea tras atacar y ocupar los aeroclubs de Muchamiel y de los Rojales. Y si la Fuerza Aérea puede apoyar a las unidades de OE con abastecimientos aéreos y evacuaciones, los aviones de ataque, por otro lado, también necesitan de las patrullas infiltradas para que les destruyan los radares de control aéreo antes de efectuar sus incursiones y para que, posteriormente, les localicen o incluso les guíen hacia los objetivos sobre los que deben descargar su fuego aéreo, aspecto este último que focalizó doce de las misiones asignadas a los aviones de ataque F-5 (A-9) del Ala 23 desplazados desde Badajoz a la base aérea de Los Llanos (Albacete).

El Ejército del Aire también contribuyó en el “Comangoe 95” con una aportación de una sección de la EZAPAC. Sus hombres se integrarían en diferentes patrullas para responsabilizarse, principalmente, del enlace aéreo, del balizaje para el lanzamiento de cargas y pasar información sobre objetivos aéreos, aspectos estos que les resultan muy interesantes a los boinas verdes del Ejército de Tierra pues, a pesar de ser esta materia motivo de estudio durante el curso de Operaciones Especiales de Jaca, no siempre se tiene la oportunidad de llevar tales enseñanzas a la práctica, como ha ocurrido en el ejercicio que comentamos. En ese sentido, cabe pensar que, en un conflicto real, los aviones de ataque posiblemente necesitarían de un amplio despliegue de patrullas infiltradas capaces de cumplir el citado tipo de acciones. Otro tema distinto fue el guiar a los aviones a los objetivos imprevistos o señalizar con láser la parte de los mismos a destruir, pues para ello se requiere una mayor especialización e incluso superar el curso de Controlador Aéreo Avanzado (FAC), técnicos que en esta ocasión estuvieron presentes gracias a la colaboración de la EZAPAC, en tres de las patrullas infiltradas.

En definitiva, el “Comangoe 95” resultó ser una fabulosa experiencia por el intercambio de conocimientos y el aprendizaje mutuo entre la EZAPAC y los boinas verdes españoles que por primera vez han trabajado juntos en un mismo equipo operativo.

Fuego real en el último golpe de mano y emboscada

Ensayados en seco como si de un ejercicio real se tratase, lo cierto es que, en la mayoría de los numerosos golpes de mano y asaltos aéreos efectuados, tan solo los disparos de fogueo y botes de humo, junto con una buena simulación, intentaban ambientar y hacer parecer que se trataba de un verdadero ataque. Sin embargo, en los dos últimos temas realizados los disparos y explosivos sonaron de verdad, las balas silbaban por encima de la cabeza y los vehículos y contenedores saltaban por los aires.

El golpe de mano al atardecer, con muy poca luz y con fuego real sobre un Puesto de Mando Avanzado de una División donde, entre otros elementos, existía un Centro de Operaciones Tácticas (TOC), un centro de transmisiones, un área de servicios con tienda, todo ello rodeado de una alambrada rápida, fue realmente impresionante por el volumen y densidad del fuego de las ametralladoras y de los morteros comando. Fuego que estuvo combinando con el avance en tiro de combate del personal perteneciente al grupo de destrucción principal. Al final, todo acabaría con la explosión de los tres contenedores del TOC que saltaron por los aires envueltos en llamas en una operación perfectamente coordinada de tres minutos de duración y en la que se habían extremado al máximo todas las medidas de seguridad.

Por su parte, la emboscada con fuego real resultó, si cabe, aún más espectacular debido a las balas trazadoras que en plena oscuridad de la noche iluminaban el cielo con sus trayectorias rojas. Un vehículo militar apareció desde una vaguada hasta ponerse en cabeza de cuatro coches (del desguace) provistos de unas baterías y luces para simular un convoy. Aislados estos cuatro vehículos en la llamada zona de muerte por un barreamiento inicial y otro final (dos bolas de fuego), sobre la misma se desencadenaron, durante dos minutos y medio, miles de disparos y unas sesenta granadas de mortero, amén del fuego directo de los lanzagranadas sobre los vehículos en cuestión. En la zona se pudo comprobar posteriormente que el grado de destrucción había sido total.

En resumen, se constituyeron trece patrullas de información y siete de combate a las que se le asignaron la totalidad de los citados 29 objetivos. Para las inserciones y extracciones contaron con los medios aéreos y navales ya citados que llevaron a cabo las siguientes misiones:

-Los dos helicópteros HR (Volkov): 2 misiones de rescate de pilotos y 2 de lanzamiento de octavillas.

-Los cuatro helicópteros HU: 6 de infiltración de patrullas, 16 de exfiltración y 2 de asalto aéreo.

-Los dos helicópteros HT (Chinook): 11 de infiltración de patrullas, 6 de exfiltración, 4 de transporte IBS y 2 de asalto aéreo.

-El submarino Delfín: 4 de infiltración de patrullas.

-Zódiacs y Guadiana (simulando buques): 1 de infiltración, 2 de exfiltración y 2 desembarcos anfibios.

– El avión de transporte Aviocar (T 12): 7 lanzamientos de cargas, 2 rescates residentes, 1 desembarco aéreo y 1 lanzamiento de octavillas.

-Los dos aviones de ataque (A 9): 9 de fuego aéreo (objetivos señalizados por patrullas OE en tierra).

Afortunadamente, a pesar del gran despliegue de medios y del elevado número de acciones realizadas, no hubo que lamentar ningún incidente y todas las misiones se cumplieron con éxito según el planeamiento previsto, lo que mereció la felicitación del teniente general Ramón Pardo de Santayana, jefe de la Fuerza de Maniobra (entonces en transición, aún con sede en Valencia, antes de su traslado a Sevilla).

Unas pruebas de tiro con fusil cetme de 5.56 mm para obtener el título de tirador selecto por la mañana, salida de paseo a Alicante por la tarde y un juicio crítico y formación de clausura al día siguiente, fueron las actividades complementarias y el punto final del “Comangoe 95”, un ejercicio especifico de operaciones especiales en el que pudo comprobarse el alto grado de preparación de los boinas verdes portugueses y españoles junto con el de otras fuerzas especiales de la Armada y del Ejército del Aire.

Una parte de este artículo se publicó en la revista Defensa Internacional y en otras revistas de índole militar.

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