Juan Luis Fernández Cabrera
Antiguo guerrillero COE 103 (2º R/1977)
Hice el campamento en Hoya Fría de Tenerife (CIR 15). Recuerdo que, en abril del 1978, nos trasladaron en un avión militar Hércules. Nos desplazaron al campamento y nos dividieron por compañías, me toco la primera, nos asignaron camas, taquillas, ropa militar y nos cortaron el pelo. Nunca antes había estado rapado. Empezaron las órdenes para convivir y los servicios para mantener todo en perfecto estado de revista. Todas las noches nos formaban en la puerta de la compañía y nos nombraban para asegurarse que no faltaba nadie, esta revista se llamaba retreta.
A mí, me gustaba la aventura y, cuando llegó la captación, me apunte para hacer las pruebas de ingreso a la COE 103 y me eliminaron. Me quede triste. Pero bueno, todo es por algo. Así que me animé y disfruté de mi estancia en el CIR.
Sabía que me iban a destinar al Regimiento de Infantería Canarias 50 de las Palmas de Gran Canaria. No me preocupé de nada más y dejé mi destino en manos de la Providencia. Por fin juramos bandera y salimos destinados cada uno a su unidad, me tocó la primera compañía del batallón del Canarias 50. Era junio 1978.
En el Hogar del Soldado conocí a un vecino de Barbate, el boina verde Juan Varo Tirado y ya no tuve dudas de que quería volver a examinarme para entrar en la COE 103. Pero como me habían suspendido pensé que ya no podía hacer otro examen. Según pasaban los días, ya no me sentía a gusto y hablé con mi capitán, D. Alberto Asarta Cuevas, para saber si aún me podría pasar a la COE 103. Inmediatamente el capitán me felicitó por el valor que demostraba al querer entrar en una compañía de operaciones especiales. Días después me presenté en los barracones de la COE 103 vestido con ropa de deporte para sufrir, de nuevo, un examen físico, médico y cultural. Esta vez todo salió bien. El capitán de la COE, D. Bernardo Álvarez del Manzano y Albiñana, me dio el visto bueno y la bienvenida, pero como estaban a punto de terminar la prueba de la boina en Coloradas, me incorporé una vez todos regresaron a los barracones, ya por julio 1978.
Al principio me pusieron sin boina hasta que aprendiera a comportarme como un buen guerrillero. Por fin, tras unas maniobras de topografía en las que recuerdo me asignaron la radio de transmisiones, al regresar a la compañía, me dieron la boina verde con el emblema, era mi sueño dorado poderla llevar con la cabeza bien alta. Los compañeros más cercanos me felicitaron.
Tengo que decir sinceramente que me sentí dentro de una gran familia donde todos éramos como hermanos muy respetables y comprometidos con el objetivo primordial de cumplir órdenes relacionadas con la instrucción que nuestros mandos nos enseñaban para convertirnos en soldados adiestrados para llevar a cabo misiones especiales y en circunstancias muy duras. La resistencia y la obediencia iban cogidas de la mano. Todos teníamos una fuerza interior desconocida hasta llegado el momento de usarla. Hoy se le llama resiliencia. Todos los días subíamos al campo de tiro a paso ligero y allí hacíamos nuestros entrenamientos para conseguir endurecernos y adquirir precisión con las armas y misiones especiales. El resto todos lo sabemos. Solo quiero añadir que una vez en la COE ya eres un guerrillero para siempre… hecho de otra pasta…
Gracias a los mandos de operaciones especiales me convertí en un ciudadano con objetivos constructivos. Al salir del servicio militar me presenté al Cuerpo Nacional de Policía, donde presté 30 años de servicios varios, doce de ellos en vascongadas. Mi paso por la COE, en la que ingresé tras una segunda oportunidad, me sirvió de mucho.