Comandante (retirado) Manuel Viózquez Cerón
Antiguo mando con destino en OE desde 1972/2000
En un centro de instrucción de reclutas cualquiera, dentro del territorio español, finaliza la instrucción o el horario de trabajo, con el toque de alto. Los reclutas se toman su bien merecido descanso después de un día duro de instrucción, desfile y orden cerrado; son los momentos de llamar a la novia, familiares y amigos, para comentarles cómo se desarrolla su nueva actividad militar y les informa que han venido los del equipo de captación de los boinas verdes y ha decidido apuntarse para hacer allí el resto del servicio militar. Inmediatamente le han llovido los reproches y preguntas a cerca de su cordura, insistiendo en que se lo vuelva a pensar y que lo mejor será que recapacite y que pase la mili lo más cómoda posible. De tanto machaque mental, tiene una noche de sueño quebrado y más de un sobresalto, sin poder conciliar un buen descanso. El siguiente día era el de las dudas, preguntando y comentando con los auxiliares de la captación, mientras se realizaban las pruebas básicas para ser seleccionado. Sin temor a nada, superó estas y quedó confirmada su incorporación la COE, una vez finalizado el CIR.
Llegó el día tan ensayado y deseado del juramento ante la bandera, desconocía a que unidad pertenecía la bandera a la que realizaba su juramento, pero por los corbatines que la coronaban, debía de tener un gran historial y estampó orgulloso el beso; ese beso especial que solo se da a una madre o a la bandera de tu nación. Este día, eran todos felices; tanto él como sus compañeros habían culminado su primer periodo de mili y tenían de testigos a sus familiares y amigos rompiéndose las manos en largos aplausos.
Finalizados los eufóricos momentos, volvieron las preguntas y las dudas: “¿Y ahora qué?” Pues según nos dijeron al apuntarnos, tendremos que hacer muchos tipos de actividades: marchas con mochilas, tiro, topografía, escalada, esquí, transmisiones, natación, buceo, supervivencia, defensa personal, ejercicios y maniobras contra unidades de otros ejércitos y muchos días en el campo.
Con la incorporación a la COE, todo cogió velocidad de vértigo: tú formas aquí, tú formas allí, recoge este equipo, aquí se dice a la orden, aquí se va corriendo a todas partes…, los cabos instructores no te dejaban respirar ni un segundo. Todo fue creciendo conforme pasaba el tiempo. Al iniciarse el período de adaptación o campamento, donde el día se juntaba con la noche y el siguiente día, aparecieron las primeras dudas en el pensamiento, sobre si le elección había sido la correcta, luego la inercia y el cansancio te ponían en posición de combate. La adaptación a las botas, las primeras rozaduras, los primeros contactos entre gente de diferentes lugares o provincias, sin un minuto de descanso acaparando información que te daban continuamente en teóricas, ejercicios de tiro, recorridos topográficos, prácticas nocturnas, etc. se iba notando el guerrillero innato y los que llevaban las fuerzas justitas. A los pocos días nos tocó una prueba de evaluación: carrera 6 kilómetros, 50 metros de natación, buceo libre en apnea, ejercicios de tiro, normas de seguridad, tiro de precisión, abandono y recogida de vehículos Cn y Lr109, prácticas de primeros auxilios, escalada, nudos: ataduras de pecho, braguero y manejo del descensor, armamento cetme L, transmisiones manejo del PRC77, topografía, orden cerrado: energía en movimientos y saludo con la cabeza siempre alta, como señal de respeto compañerismo y lealtad, estando comprometido con la Unidad, en este caso con los boinas verdes.
Pasado este período de aprendizaje, agotamiento y estrés continuo; mientras observábamos el nivel de los guerrilleros ya veteranos, su felicidad trato relajado y confianza en sus mandos, hacía pensar que llegarían momentos mas amables y felices. Y así fue. Por fin llegó uno de ellos, nos comentaron que después de una marcha de topografía, unos 30 kilómetros, regresaríamos al cuartel, pero a poco de terminar esta, fuimos hechos prisioneros, iniciando así el tema de evasión y escape, desembocando en supervivencia y dentro del desarrollo de esta, una noche nos tocaron alarma y recogida rápida del campamento, con el equipo y unos cuantos pertrechos, un pateo de unos 5 kilómetros que no sabemos aún de donde sacamos las fuerzas, llegando al amanecer de nuevo al campamento, donde no podíamos creer que habíamos terminado esta fase.
Al día siguiente, el día de la imposición de boinas. El sentir sobre la cabeza el premio a muchas horas de trabajo, sin apenas descanso, pero saliendo fortalecido, con nuevas energías y dispuesto a todo con el inseparable binomio, el cabo jefe de equipo, así como el reconocimiento en el trato y labor de los mandos. Era la primera vez que te sentías como los infantes de los Tercios de Lombardía y Flandes, “aquí la más principal hazaña es obedecer, y el modo cómo ha de ser, es ni pedir ni rehusar” (Pedro Calderón de la Barca).
Encuadrado en su equipo, escuadra, pelotón, sección y compañía, fue superando fases y temas tácticos, unido a otras muchas actividades más o menos cotidianas. Su boina la daba la energía y seguridad de poder superar todos los obstáculos que fueran surgiendo en su camino, tanto físicos como mentales, totalmente integrado en su COE, GOE, con la confianza en sus mandos y la seguridad en sus compañeros, cada vez más orgulloso, de aquel día que decidió apuntarse a los boinas verdes y ahora sentirse con ese torrente de ADN guerrillero. Tenía grabado en su cuerpo y su mente ese soneto que adorna y alecciona colgando de la pared de su unidad: “…no hay a su duro pie risco vedado, sueño no ha menester, treguas no quiere, donde le llevan va, jamás cansado, ni el bien le asombra ni el desdén le hiere. Sumiso, valeroso, resignado obedece, pelea, triunfa o muere” (Amos de Escalante, Nuestro soldado).
Esta sucesión de acontecimientos, lo he dedicado al R/87-4º que en el empleo de brigada tuve la suerte y el honor de instruir en la adaptación y primera fase de instrucción individual, fue mi último trabajo directo con la tropilla, en este caso mis guerrilleros recién incorporados, para ello conté con la sabiduría y buen hacer de los sargentos Manolo García, Antonio Ramos y Mercado, los cabos primeros Pastor Col, Moreno Abellán y Romance Villalba, cabos Armero, Muñoz y el conocido como “el Maño”. He intentado hacer una visión más o menos parecida, a la motivación que ha acompañado a alguno de nuestros guerrilleros de reemplazo, desde recluta pasando por el GOE III hasta volver a la vida civil, cumplieron como valientes e inmejorables soldados españoles y hoy son honorables veteranos. Al conseguir su boina verde y el ADN guerrillero, fueron repartidos entre las tres COE del GOE III, hoy día se siguen reuniendo con el orgullo de ser veteranos boinas verdes del GOE III, aunque desgraciadamente alguno, como dice la balada la muerte no es el final, “ya le has llevado a la luz”.
Ese ADN es el descendiente de esos guerrilleros hispanos, como Viriato en lucha de guerrillas contra los romanos. Como Juan Martín Díez (el Empecinado) como jefe de guerrilla, en la Guerra de la Independencia y otros muchos grupos de guerrillas (se estima en unas 22 bandas), de los que decían los generales franceses: “Cuando llegábamos desaparecían; cuando nos marchábamos aparecían; estaban en todas partes y en ninguna”.
Este arte de guerrear, probablemente innato en el ser humano por su condición de cazador y continuas reyertas entre tribus primitivas, fue depurado, pasando de ser actos de supervivencia a ser acciones con una premeditada y adecuada organización: cadena de mando, información, zonas de refugio, ayuda de la población, etc. para realizar las emboscadas y ataques causando las mayores bajas posibles al enemigo y las menores en la guerrilla, limitado en el tiempo y coordinación en la retirada; lo que se transformó en guerra irregular o guerra de guerrillas que se extendió a todo el mundo.
En 1956 la Escuela Militar de Montaña de Jaca solicitó permiso para realizar el primer curso de OE, o el llamado Curso de Guerrillero en el año 1957, y dando continuidad a los cursos de OE o de Aptitud para el Mando de Unidades de Operaciones Especiales, que en cierto modo, nos hace a todos poseedores del citado ADN, ese que te hace socorrer a la población civil en inundaciones, terremotos, incendios, entrega de alimentos, protección de civiles y convoyes, actuar en conflictos internacionales, realizar misiones arriesgadas, valorar la importancia de un vaso de agua e incluso de un trozo de pan duro… En cada una de esas misiones, todos los boinas verdes nos sentimos partícipes; es nuestro ADN; es nuestra historia. Unos la empezaron, otros fueron los primeros en entrar en ella; allá donde esté un boina verde español arriesgado su vida, ahí nos tendrán a todos con él.
Siempre, tenemos que honrar a los que de una forma u otra dieron su vida en el cumplimiento del deber. ¡Presentes!
“Señor Jesús, acoge en tu seno a los que dieron su vida en aras del cumplimiento del deber y ayúdanos a los que aquí seguimos a continuar con la impronta de nuestra boina verde, impronta de sacrificio y dureza (Cte. Perote GOE III)”.
