Editorial
Introducción
En junio de 1984 los capitanes profesores (Escribano, Coloma, Palomino y Bataller) y alumnos del Curso de Operaciones Especiales de la Legión se trasladaron desde Ronda a Jaca para realizar, junto a los alumnos del curso de OE de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales (EMMOE), el ejercicio principal del citado curso. Conviene recordar que el Curso de OE de la Legión se convocó en Ronda con carácter extraordinario, con la misma duración y contenido que el de Jaca, con vistas a diplomar mandos legionarios que permitieran crear a continuación una Bandera de OE (BOEL).
El ejercicio consistía en unas guerrillas y contraguerrillas que tenían lugar en la provincia de Huesca, en los alrededores de las ciudades de Jaca y Sabiñánigo y duraba unos veinte días. Los citados profesores se integraron en la Plana Mayor de la Contraguerrilla formada por la Unidad de Operaciones Especiales de la Legión (UOEL), de entidad compañía, y varias COE (la 31 de Alicante, la 62 de Bilbao y la de la EMMOE de Jaca), más los guardias civiles alumnos del Centro de Adiestramientos Especiales (CAE) de la Guardia Civil.
Los capitanes de la Legión eran conscientes de la importancia y realismo que se daba a esta fase que ellos mismos llevaron a cabo cuando eran tenientes alumnos del curso. También recordaban lo importante que fue la colaboración de confidentes de los pueblos de la zona que les pasaban información y se integraban en su bando como si la guerra fuera en serio, a sabiendas de que se trataba de un simulacro. Por eso, cuando a la plana mayor de la contraguerrilla llegó la información de lo ocurrido en la tarde del 6 de junio de 1984 en la pedanía de Abena (Huesca) no se dio mayor importancia. Al parecer, un confidente de los habituales colaboradores del curso fue descubierto y no puso objeción a un simulacro voluntario de un fusilamiento que llevó a cabo una sección de la COE 62.
Se trataba de una anécdota más de las muchas que ocurrían con el personal civil de la zona acostumbrado a cooperar, año tras año, con los alumnos del curso de OE. Pero la anécdota trascendió y se convirtió, fuera de contexto, en una gran noticia para los periodistas donde se exageró y desorbitó la realidad y se exigieron responsabilidades en el ámbito militar. Lo cierto es que el entonces capitán C.A.A. jefe de la COE 62, como el teniente J.I.A., jefe de una de sus secciones, pasaron unos meses en prisión militar y que, de alguna manera, el incidente de Abena, les persiguió a ambos a lo largo de su carrera militar.
Los que estaban allí quedaron asombrados de la información que se publicó en la prensa, sin saber, las repercusiones que el simulacro consentido tendría meses más tarde en los dos mandos de la citada COE. Ha llegado la hora de relatar, 38 años después, lo que realmente ocurrió. Para ello, se ha recabado información, entre otros mandos, de Bataller y Coloma, presentes en la PLMM de la Contraguerrilla, así como de los principales protagonistas.
Para explicar bien lo sucedido, es necesario describir el contexto en que los hechos ocurrieron. Empezaremos con una breve reseña del curso de OE de aquellos años y de su ejercicio más importante, el de guerrillas y contraguerrillas. Continuaremos con una reseña de lo que es una Organización Clandestina de Apoyo (OCA). Finalmente, entraremos de lleno en cómo sucedieron los hechos.
El curso de OE de Jaca
El curso de OE se realiza en la EMMOE de Jaca durante un año escolar (septiembre a julio). Es uno de los más completos y rigurosos del mundo. Todas las actividades del curso se ejecutan con el mayor realismo posible. Está dividido en varias fases. En aquella época, la primera era la básica, de gran dureza e incluía innumerables ejercicios de tiro de día o de noche; topografía, con recorridos de todo tipo, explosivos, escalada y curso de paracaidismo.
Los que sobrevivían a esta fase, empezaban la de vida, movimiento y combate en época invernal (fase de nieve). Luego llegaba la etapa más dura, si cabe, la de combate, en la que se realizaban acciones tácticas muy diferentes y propias de este tipo de unidades (reconocimientos, golpes de mano, rescate de rehenes, etc.) y tiene lugar la temida supervivencia y la evasión y escape. Esta fase acababa en junio con el ejercicio principal del curso -en el que sucedieron los incidentes de Abena- denominado de guerrillas y contraguerrillas. Por último, el curso finalizaba con una fase de agua en julio.
Para la ejecución del citado ejercicio, su modalidad era la de «doble acción», esto es, había dos bandos: el amigo, formado en 1984 por alumnos del curso de Jaca y de la Legión, divididos en partidas guerrilleras, y el bando enemigo, constituido en el citado año por las COE 31 y 62, UOEL y alumnos del CAE que actuaban como contraguerrilla. Además, se contaba con un equipo de árbitros, diplomados de OE, cuya labor era marchar junto a los ejecutantes de ambos bandos y, cuando hubiera contacto, establecer el posible resultado. Los árbitros que iban con la guerrilla observaban si la partida cumplía con los procedimientos propios de OE (seguridad en los movimientos y altos; enmascaramiento; planeamiento de las operaciones; disciplina en las transmisiones, etc.).
Las partidas guerrillas eran apoyadas por una OCA dirigida por alumnos y formada por personal civil de la zona que voluntariamente se prestaba a colaborar. Por su parte, las COE que actuaban de contraguerrilla intentaban capturar a las partidas, así como descubrir y neutralizar a los miembros de la OCA, como ocurrió con el confidente localizado en Abena. Esta aldea se encontraba en la zona de acción de la COE 62, que era del tipo A, (tres secciones) que, en ese ejercicio, rotaban diariamente en las actividades siguientes: una sección protegía lugares de interés; otra, hacía nomadeos, seguimiento de huellas, emboscadas; la tercera, descansaba y también podría ser empleada en caso de necesidad.
La Organización Clandestina de Apoyo (OCA)
Para los lectores que no sean guerrilleros, conviene explicar cómo funciona una OCA. Se organizan células muy pequeñas, de dos o tres miembros, que no saben quiénes componen las otras; se enlaza con el resto de la organización por medios de buzones enmascarados. Por ejemplo, en el mojón del kilómetro 2, si se ve una piedra en su lado norte, es que hay un mensaje en el buzón, que puede ser una cisterna de un determinado cuarto de baño de cierto bar, donde se puede encontrar un sobre estanqueizado con instrucciones: buscar lugares para esconder comida, agua, municiones; empresas que alquilen camiones para insertar o extraer personal de la zona; localizar pisos (francos) de alquiler para los días del ejercicio; captar confidentes que ayuden a la guerrilla, informen de los movimientos del enemigo, etc. Todo para que el ejercicio tenga el mayor realismo posible.
Una muy pequeña parte de los alumnos del curso actuaba como dirigentes de la OCA. Llevaban, entre otras cosas, un registro de todos aquellos civiles que participaban en el mismo y les asignaban misiones: vigilancia e información, traslado de personal, etc.
En la mañana del 6 de junio, la COE 62 recibió información de la Jefatura de la Contraguerrilla que en Abena se refugiaba una partida de la guerrilla que se sentía muy acosada y, por ello, se pensaba que iba a salir de la zona en vehículos civiles a lo largo de ese día. Además, se informaba a la COE que en esa pequeña localidad había dos confidentes, de los que se aportó nombres y ficha de los mismos. Esta información fue obtenida como consecuencia de descubrir en un chalet sospechoso a “Cóndor”, teniente de la Guardia Civil alumno del curso y jefe de la OCA: se identificó el piso franco que utilizaba y encontraron las fichas de todos los confidentes que participaban en el ejercicio. En este cometido vino muy bien el que los alumnos del CAE fueran guardias civiles con autoridad policial.
En esa época, Abena contaba con menos de 40 habitantes censados; era una aldea dedicada eminentemente a las labores del campo. Una villa muy tranquila; posiblemente la única emoción del año era el ejercicio de guerrillas del curso de operaciones especiales por lo que siempre resultaba fácil captar confidentes.
Simulacro de un fusilamiento
El capitán de la COE 62 contactó con el teniente de la sección que se encontraba de descanso y le dio la orden de observar el pueblo sin ser visto, establecer un cerco para intentar capturar a la partida cuando saliera de Abena y, si a las 20:00 horas no hubiera ocurrido cosa alguna y no se viera movimiento sospechoso, entrar en el pueblo, localizar a los dos confidentes (uno de los cuales casualmente era el alcalde pedáneo) y, como no se estaba autorizado a detenerles y ponerles a disposición de las autoridades correspondientes de la contraguerrilla, simular un fusilamiento para materializar lo que tenía que ser el fin de sus actividades como confidentes de la guerrilla.
Así se hizo; al llegar la hora determinada sin observar movimientos sospechosos, el teniente entró en el pueblo y localizó a uno de los confidentes (el alcalde) a quien informó que había sido descubierto como miembro de la OCA, junto a su compañero y que, en un caso real serían detenidos y trasladados para ser interrogados pero que las normas del ejercicio no lo permitían por ser civiles. No obstante, para materializar el fin de su apoyo a la guerrilla, se pretendía simular un fusilamiento, por supuesto con munición de fogueo y con las armas apuntando hacia arriba, aproximadamente 450 sobre la línea horizontal. Sorprendido, el alcalde, socarrón como buen aragonés, comentó que ni así hablaría pero que adelante, aunque le parecía una broma quizá un poco pesada. En ese momento, el teniente le dijo que no se preocupara, que no se simularía ese fusilamiento, pero con el ruego de que, en cualquier caso, dejara de apoyar a la guerrilla. «¡Venga, hagámoslo, por qué no!» replicó el alcalde.
La secuencia posterior se realizó con rapidez; con el movimiento de los soldados se habían juntado en la plaza unas diez o doce personas, entre ellas el otro confidente. Una vez todos reunidos se explicó a los allí presentes lo que se iba a simular. Se dio cierto empaque improvisando un bando con el motivo de esa acción. Una vez realizada la salva, se intercambiaron comentarios del tipo «no os creáis que vamos a dejar de apoyar a la guerrilla», «nunca os diremos dónde se esconden», etc., en un tono distendido, incluso intercambiando con los fusilados tragos de una bota de vino que apareció por allí. La sección de la COE 62 abandonó la localidad, con esos comentarios de fondo…
El ejercicio continuó con normalidad; de hecho, el 7 de junio, un día después del incidente, el sargento de la Guardia Civil de Jaca acompañado de un guardia, en la correría por los pueblos de su demarcación, pasaron por Abena y preguntaron al vecindario si había ocurrido alguna novedad. Informaron de la presencia el día anterior de la contraguerrilla, pero no se mencionó la acción del fusilamiento (“Informe sobre el incidente de Abena. Estado Mayor del Ejército. División de Inteligencia, junio 1984”).
Asimismo, se trasladó el capitán de la COE 62 y habló con los confidentes y algunos vecinos y comprobó que el simulacro fue previa autorización y que no le daban ninguna importancia.
Días más tarde, el 10 de junio, domingo, ocurrió una terrible tragedia. El teniente Leandro Martín Hernanz de la COE 62, murió en un accidente, mientras colaboraba con el aterrizaje de un helicóptero. Por ser acto de servicio, se permitió que un equipo de la COE 62 -incluido el capitán y teniente citado- se desplazara a un pueblo segoviano para, en el entierro, rendirle los honores correspondientes. Partieron el 11 y regresaron el 12 de junio. El ánimo de la COE no estaba en su mejor momento. A la vuelta, el capitán y el teniente fueron llamados a la EMMOE para explicar qué había ocurrido en Abena.
Supuesto asalto a Radio Jaca
Mientras se encontraban en el sepelio del teniente Leandro, un individuo (al parecer policía local de un pueblo próximo), natural de Abena, se encontró una noche con un familiar suyo en una discoteca de Jaca y, mientras tomaban una copa, en plan gracioso le contó la anécdota del simulacro de fusilamiento. Al policía no le gustó y quiso que se denunciara. Pero ninguno de los afectados lo consideró apropiado pues para ellos no era más que una aventura más del ejercicio. No obstante, este individuo acudió por su cuenta en la mañana del lunes 11 a la Guardia Civil (GC), donde le expresaron la conveniencia de que la denuncia fuera presentada, no por él, sino por los interesados; los fue a buscar al pueblo y regresó al cuartel de la GC esa misma tarde, esta vez con los dos afectados, quienes, a pesar de todo, manifestaron que no querían denunciar lo ocurrido.
En el puesto de la GC sabían de la existencia del ejercicio de guerrillas, pero no del incidente (como se ha expresado anteriormente, la GC pasó por Abena el 7 de junio sin que les informaran de ninguna novedad). Comunicaron la información a la Comandancia de la GC de Huesca y a la EMMOE. La Dirección de la Escuela determinó esperar al regreso de Segovia de los participantes para esclarecer lo ocurrido y proporcionar la información completa. El individuo, quizás pensó que le estaban mareando e informó a Radio Jaca, quien, a su vez, preguntó a la EMMOE en las primeras horas del día siguiente. Recibió la misma respuesta que antes: que se estaban esclareciendo los hechos. Al ver el cariz que estaba tomado el asunto, el comandante jefe de la contraguerrilla, acompañado del capitán de la 2ª sección (Información) de su plana mayor, se desplazaron a Abena para obtener información directa de lo sucedido, y les contaron lo mismo ya relatado: el simulacro fue consentido y no tenía mayor importancia.
En la tarde del 12 de junio, mientras el equipo que rindió honores al teniente Martín regresaba de Segovia, las instalaciones de Radio Jaca sufrieron un robo, al que falsa y maliciosamente lo quisieron ligar con el incidente de Abena y su autoría con la COE. Tal es así que lo presentaron como un asalto.
De una anécdota a una noticia a nivel nacional
Y si, inicialmente, el simulacro del fusilamiento de Abena los vecinos y confidentes lo veían como una anécdota graciosa, al unirlo sin motivo al robo en un medio de comunicación asumió una categoría que nunca debió alcanzar. La noticia empezó a engordar como una bola de nieve que nadie supo parar hasta ocupar las primeras páginas de la prensa a nivel nacional.
Este es un extracto de la noticia que publicó El País el 13 de junio de 1984, 7 días después:
«José Galindo, de 62 años, alcalde pedáneo de Abena desde hace más de 20 años, contestaba ayer a las innumerables llamadas recibidas en su casa, donde se encuentra el único teléfono del pueblo, instalado recientemente. Insistía una y otra vez que todo fue una broma y que nunca pasó miedo, pese a ser él una de las personas que se pusieron frente al pelotón de soldados. “El teniente”, señala, “me había dicho que no nos iba a pasar nada, así que cuando los soldados pidieron que todos los civiles bajaran a la plaza del pueblo, yo no tenía miedo. Y así se lo he dicho a todos; se trataba de una broma sin más importancia. Nos han hecho decir lo que no pensábamos decir”.
El alcalde de esta población oscense de quien su mujer dice está enfermo y asustado, “más por la Prensa que por lo ocurrido hace una semana”, trata en todo momento de restar importancia a lo sucedido y no entiende por qué se le da tanta trascendencia a un hecho que a su juicio no la tiene. “Hay que olvidar todo lo ocurrido”, repite constantemente. No quiere hablar con los periodistas “para qué”, se pregunta, “si aquí no ha pasado nada”» (Hemeroteca de El País).
El Ejército de Tierra abrió una investigación que finalizó en un Consejo de Guerra el año siguiente. Al teniente se le condenó a cuatro meses por la falta grave de «inobservancia de las normas de ejecución del ejercicio». La norma que había inobservado era la referida a la distancia de seguridad del uso del fogueo; efectivamente, había menos metros de los requeridos, aunque no se mencionó que se disparaba hacia arriba (nadie resultó lastimado). Al capitán se le sancionó por otra norma que decía que «no se realizarán acciones que interfieran en actividades normales ciudadanas…»: cinco meses, aunque se sabía que los dos civiles afectados participaban voluntariamente en el ejercicio. Ninguno de los dos perdió tiempo de servicio ni, por consiguiente, antigüedad.
Capitán de la COE 62. Un ejemplo de lealtad
Llegados a este punto, hay que mencionar expresamente el ejemplo que el capitán (hoy coronel retirado) dio a todos sobre el concepto lealtad, tan mal entendido por algunos; en este caso, lealtad al subordinado. En tiempo de paz no hay muchas oportunidades de demostrar este tipo de cualidades; él la tuvo y la superó con una entereza digna de elogiar: se jugó su carrera por lealtad al subordinado, a su teniente y, además, en circunstancias personales muy duras. Podía haber dicho que el oficial se adelantó a la hora prevista por un malentendido y que él llegó tarde para detener la acción (lo cual sería cierto). O podía haber dicho cualquier otra cosa. Desde el principio admitió que todo fue una orden suya y que a sus subordinados no tenía que pasarles cosa alguna; no modificó su testimonio en todo el proceso. No solo tuvo que aguantar una sanción de cinco meses, sino que, además, le mantuvieron un año en situación de disponible cuando era el número uno de su Promoción; perdió la posibilidad de realizar el curso de Estado Mayor con las consecuencias que ello conlleva. Parafraseando a Rudyard Kipling: «contristado, exhausto, dolorido, le ordenó resistencia al corazón… y supo decirle al alma dolorida: adelante volvamos a empezar» y volvió a empezar. Dio una gran lección. El teniente siempre dice que tiene una deuda permanente con su capitán (siempre será «su capitán») por la gran lección de lealtad que recibió y que jamás podrá olvidar.
Después, derivado de lo anterior, se vivieron muchas vicisitudes tanto profesionales como personales (el año disponible del capitán, amenaza de ETA a los dos, traslado forzoso del teniente a Lanzarote, juicio, recursos, no selección para ciertos cursos de ascenso, recursos, etc.) cuyos detalles no son objeto de este artículo. En cualquier caso, ambos pudieron volver a las UOE, su vocación y sino.