Coronel Felipe de Tiedra Calvo
Antiguo teniente fundador de la COE 61
Ya la luna empezaba a ganar al sol, cuando llegué a la ciudad de Burgos en mi Seat 850 rojo de 60 000 pesetas ahorradas en el Sahara, durante mi destino en Tropas Nómadas. Aparqué en la residencia militar General Yagüe y, una vez en la habitación, empecé a preparar mi uniforme con mi boina verde. Era la primera vez que había sido destinado a una compañía de guerrilleros, la COE 61, en el acuartelamiento de San Marcial (en el centro de Burgos). A la mañana siguiente, me puse de «bonito», me calé mi boina verde con dos estrellas, un poco más ladeada, y, ante el espejo, me juré ser el mejor oficial de España y transformar a los soldados en guerrilleros.
Y me preguntaréis: ¿Qué diferencia hay entre un soldado y un guerrillero? Un soldado es el joven que al llegar a los 21 años (luego se adelantó a los 19) se le obligaba a hacer el servicio militar, cumpliendo ese compromiso con la Patria lo mejor que podía y, pasados 14 meses, volvía a su casa con un poco de menos pelo. Un guerrillero es ese mismo joven, más aventurero, más arriesgado, que no se conforma con hacer lo normal, que siempre quiere ser el mejor, que con sacrificio y dureza no conoce la misión imposible, nunca está vencido ni cansado y así reza en sus espíritus que dicen: «Cuando tu cuerpo no puede más, tu mente debe decir adelante», «Lo imposible lo hacemos ya. Los milagros tardamos un poco más». Y, para poder cumplir esos espíritus, hay que entrenarse y, si es necesario, machacarse moral y físicamente.
Para formar guerrilleros, me presenté esa fría mañana al coronel jefe del Regimiento San Marcial. La compañía aún no estaba formada, el capitán tampoco se había incorporado y el otro teniente estaba haciendo un curso de helicópteros en EE.UU. Así que me encontré a un brigada despistado como yo, nos saludamos y al día siguiente ya estábamos dando el coñazo por todos los despachos. Al poco tiempo nos agregaron unos soldados. Llegó el capitán, hicimos la primera selección y a los tres meses ya estábamos a tope con la instrucción guerrillera y hacíamos nuestras «machadas» que nos distinguían de los demás soldados del regimiento.
Recuerdo una que ocurrió nada más crearse la COE 61. Era una fría mañana de invierno en Burgos, y digo fría porque cuando en esta ciudad dicen que hace frío, es que están a -10ºC. Desde el Regimiento de San Marcial, a las 8 de la mañana como cada día, salían ochenta guerrilleros para hacer la tabla de combate en los alrededores de Fuentes Blancas a 4,5 km y que recorrían a paso ligero.
Aquella mañana, un graciosillo propuso que nos quitáramos la camiseta y el teniente, que era más bruto que el graciosillo, aceptó el reto. Imaginaos el espectáculo, a las 8 de la mañana a -10ºC, cayendo pequeños copos de nieve, ver a ochenta tíos en pantalón corto, sin camiseta, corriendo y cantando el «marranito», por la calle principal de Burgos. Las gentes descorrían los visillos y algún valiente abría la ventana para contemplar ese espectáculo.
Tal fue la machada que hasta una piadosa señora, que tenía mano en Capitanía General, fue al día siguiente a denunciar al oficial que mandaba a aquellos soldados. Me contaron que el capitán general preguntó a esa señora si sus jefes iban corriendo con ellos y que ella le contesto: «Sí, uno pequeñito que es el que más gritaba». Entonces él le dijo: «Entonces, señora, esos son mis guerrilleros dispuestos siempre, en cualquier lugar y desafiando las inclemencias del tiempo, a defenderla a usted de cualquier enemigo». Y la señora se fue toda contenta. El pequeñito era el teniente Tiedra. Ahora soy un viejo coronel, pero con vosotros volvería a atravesar Burgos en las mismas condiciones.
Un abrazo a todos los que fundasteis la COE 61