Coronel Ramón Molina Santiago (retirado)
Teniente fundador del GOE II. Antiguo Teniente en COE 22 (Huelva)
Accidente en el peñón de Vélez de La Gomera, herido por disparo cabo Merchán y su evacuación.
Hoy, mi queridísimo amigo Jesús Román me mandaba un WhatsApp con la triste noticia del fallecimiento de Paco Sumalla. Sus palabras eran las siguientes: “Ramón, ha muerto Paco Sumalla. Siempre recordaré lo que me contaste de la evacuación de tu cabo, pilotando Paco de noche sin instrumental nocturno y bajo su responsabilidad”.
Si la memoria no me falla, eran las 18:45 horas de un frío y húmedo 13 de febrero de 1987 y la noche estaba bastante avanzada cuando un tiro de CETME, de calibre 7,62 mm, atravesaba el cuerpo del cabo Juan Merchán. El proyectil le entró por la espalda y le salió por el pecho, para nuevamente cogerle el brazo, a la altura del codo, con orificio de entrada y salida.
Recuerdo lo que me dijo el soldado médico cuando llegué a la nave de la compañía, donde yacía el cuerpo del cabo: “Mi teniente, si en 4-5 horas no se le evacúa y se le interviene, el cabo morirá”. Llamé por teléfono a mi capitán, Miguel Cervilla Lupión, destacado en Chafarinas, quién, rápidamente, se puso en marcha para conseguir el helicóptero.
Finalmente, el capitán Sumalla apareció en aquella fantasmagórica isla de grandes y escarpados acantilados, el peñón de Vélez de la Gomera, en una noche completamente cerrada. Antes de salir de Melilla hablé con él; le conté las condiciones de la noche y concretamos detalles para balizar la reducida plataforma de aterrizaje toda vez que no disponía de iluminación. Recuerdo que le dije: “Mi capitán, si no vienes mi cabo morirá en unas horas”.
El peñón de Vélez de la Gomera reunía unas condiciones pésimas y muy difíciles para el aterrizaje nocturno: la zona de aterrizaje era muy reducida; estaba completamente rodeada por acantilados; contaba con unas elevadas antenas en las proximidades de la plataforma de aterrizaje que dificultaban considerablemente las maniobras del helicóptero requiriendo la máxima habilidad del piloto; era una noche muy cerrada sin apenas visibilidad… y, por si esto fuera poco, no disponía de ningún tipo de iluminación. A esto hay que añadir que el capitán Sumalla vino a “pelo” desde Melilla, sin instrumental nocturno en el helicóptero, y a golpe de brújula. No soy piloto, pero estoy seguro de lo que pasará por la cabeza de un piloto al volar en esas condiciones.
El capitán Sumalla, bajo su responsabilidad, voló junto a su tripulación y salvó la vida del hoy brigada Juan Merchán, destinado en la X Bandera de la Legión. La decisión de volar la tomaste tú, Paco. El mando te dejó a ti esa responsabilidad porque sabían que en esas condiciones eras tú quién tenía que valorar el riesgo y decidir. Me viene a la cabeza el Decálogo del Cadete que recitábamos todas las noches cuando éramos cadetes en la AGM al toque de retreta y me acuerdo, especialmente, de ese artículo que decía: “Tener amor a la responsabilidad y decisión para resolver”. Y tú, ese día, la tuviste y decidiste con valentía la más arriesgada de las decisiones: volar.
Mi capitán, querido Paco, solo los valientes vuelan en esas adversas condiciones y toman la decisión que tú tomaste. Hoy nos has dejado, pero solo en presencia, porque siempre permanecerás en la memoria y en el recuerdo de los que tuvimos el privilegio y el honor de conocerte. Salvaste la vida de mi cabo, y algo más, nos diste una gran lección de valor, responsabilidad, y compañerismo. Tú y tu tripulación arriesgasteis vuestras vidas por salvar la del cabo Merchán; ¡Qué gran lección!… la mejor lección que un joven teniente podía recibir.
El Espíritu de Compañerismo del Credo Legionario dice: “Con el sagrado juramento de no abandonar jamás un hombre en el campo hasta perecer todos”.
Y tú y tus hombres lo cumplisteis. Tu sentido del deber hizo que tomaras una de las decisiones más difíciles a las que, a buen seguro, te has tenido que enfrentar. Ignoro qué pasó por tu mente antes de que decidieses volar, consciente del riesgo al que te enfrentabas. No sé si por tu mente pasaron tu mujer y tus hijos o el cabo que se debatía entre la vida y la muerte. Lo que sé es que decidiste volar y que apareciste con tu helicóptero en aquella isla salvando la vida del bueno de Merchán. ¡Ese día volvió a nacer gracias a ti y a tus hombres! Eso nunca lo olvidé y te lo agradecí cuando te conocí en Ceuta, siendo ambos comandantes.
Siempre que coincidíamos en alguna comida o en algún acto hablábamos de las condiciones de ese rescate; ¡IMPOSIBLE OLVIDARLO! Han pasado muchos años y sigo recordando muchos detalles de esa oscura noche.
Hoy tristemente nos has dejado después de una dura y cruel enfermedad a la que te has enfrentado con la misma valentía con la que volaste esa noche. Recuerdo que cuando tus huesos ya no te permitían mantenerte en pie ibas a trabajar en silla de ruedas a tu destino. Lo diste absolutamente todo.
Querido Paco, gracias de corazón, una vez más, por salvar la vida de un buen cabo de nuestro Ejército, por arriesgar la tuya con valentía y generosidad, por tu impagable lección de compañerismo, por tu entereza ante tu enfermedad y por ser como fuiste: una excelente persona y un extraordinario oficial, querido y admirado por todos cuantos te conocieron.
Capitán Miguel Cervilla Lupion
Muy bien descrito y sin acritud, mi teniente, pues soy tu antiguo capitán (Cervilla) me he atrevido a añadirte, lo de conseguir aquella tarde el helicóptero.
Teniendo todos los antecedentes descritos, tenía la urgencia de conseguir que volara el helicóptero destacado en Melilla para hacer la posible evacuación.
Empiezo:
Rateo y al primero que llamo es al piloto destacado en Melilla, capitán Ruiz Sumalla de Intendencia, compañero de promoción, para enterarme de su boca, que tenía él que poseer para realizar la evacuación del cabo. Me dice que una autorización, que bajo su criterio lo haría, pero que tenía que llegarle.
El peñón de Vélez de la Gomera dependía tácticamente de la Comandancia de Ceuta. La siguiente llamada es a dicha Comandancia, al jefe de EM. Le explico los hechos y me indica que pueden mandar un barco para la evacuación y le explico que en esas condiciones, el barco tardaría muchas horas en ir y en regresar y el cabo fallecería. Le ruego que se envíe el helicóptero de Melilla. “El barco es lo que tienes” me dice. Le vuelvo a reclamar que en fechas anteriores un regular, estando destacado allí, se despeñó por uno de los tajos rompiéndose el bazo; le enviaron un barco y, al final, falleció en el trayecto. Pues nada, tenía sus razones (los vuelos nocturnos que hacían los helicópteros eran raros). Así que volvió a negarse a mi petición. Me cagué en too, ¡claro por dentro de mí! Yo no quería el barco y así se le expresé. Le comuniqué que recurriría a otras instancias.
La siguiente llamada fue a la Comandancia de Melilla y, también, al jefe de EM. Y se puede comprender la urgencia que tenía. Parecía que se habían puesto de acuerdo con Ceuta en la respuesta. Y, sin decirles para nada de la disposición del piloto a salir y hacer la evacuación, ¡me volví a cagar en todo lo que se meneaba! La falta de decisión sin consultar con el piloto me estaba fastidiando. Se lo dije y la respuesta fue que no podía dar esa orden y arriesgar la vida de la tripulación. No quería el barco y así se le expresé. Volví a comunicar que recurriría a otras instancias.
La siguiente llamada, y el reloj corría, fue al jefe de EM de la 2º Región Militar (Sevilla). Le conté la historia pero solo se interesaba por preguntar la novedad del suceso, de cómo había ocurrido y demás detalles. Se lo comenté por encima y le dije que me movía la urgencia del helicóptero y otro más que me enviaba un barco. Le comenté que lo que necesitaba era el helicóptero y dejar bajo el criterio del piloto el efectuar la evacuación. Se repitió la respuesta: no podía dar esa orden y arriesgar la vida de la tripulación. Y le remacho que no quería el barco, así se le expresé. Así que le expresé que recurriría a otras instancias. Ya el capitán chulillo ese, jejeje, se iba a cagar (el primer cartucho no era de fogueo, saltarse el conducto reglamentario, y así iba acumulando faltas).
La siguiente llamada, ¡con dos “pelendeles”! a la casa particular del capitán general. Venía el teléfono en la guía de la red militar. Se me puso en persona al habla. Me presento y le explico la urgencia. Me pide la posible solución y se la doy: “Capitán, deje eso en mis manos. Dentro de dos minutos le llegará esa orden al piloto y el conocimiento a los órganos que corresponda. Mañana, cuando ya se haya salvado al cabo, espero que me llame y me dé todas las novedades del hecho, incluidas el movimiento del helicóptero”. Mi alivio fue descomunal.
La siguiente llamada a mi compañero de promoción, el piloto. Él ya había tomado sus medidas. Activó a toda la tripulación y en el hospital militar a un equipo médico. Le comuniqué que le iba a llegar la orden del EM de la Capitanía. Cosa que ocurrió hablando con él. Le expresé mi deseo de que tuviera suerte en la navegación, pues quizás debía pasar por encima de tierra marroquíes y, con mucha sorna, me dijo que eso era cosa suya. Me preguntó si el teniente del peñón sabía balizar el helipuerto. Mi respuesta os la podéis imaginar.
Y, afortunadamente, todo se desarrolló sin novedad. El helicóptero aterrizo con la iluminación del helipuerto creada para la ocasión, desmontando parte de instalación eléctrica. El cabo estuvo muy bien atendido y consciente y contándoles chistes a los sanitarios. Fue trasladado al hospital militar de Melilla, en donde fue operado de todas las lesiones sufridas. El capitán Sumalla, a petición mía, me tuvo informado durante toda la noche de cómo iba la intervención. Uno de los cirujanos se puso al teléfono sobre las 7 de la mañana comunicándonos que todo iba bien. Habían operado en el pecho y quedaba la herida del brazo. Todo iba bien, pero era posible que quedara con alguna limitación. Y ahí tenemos al cabo ya brigada, funcionando de maravillas y el que no lo sabe la historia no nota nada.
Y ahora vienen las explicaciones y los partes a la superioridad. Aquella noche el teniente Molina las dio por escrito y yo las hice mías y las amplíe en lo que me concernió.
Y sí, di novedades al capitán general aquella mañana, con el informe del estado de salud del cabo Merchán y explicándole las cosas que ocurrieron. El que no perdonó al capitancito (jejejeje) fue el jefe de EM de la Capitanía y empujado por los respectivos jefes de EM de Ceuta y Melilla, aludiendo a lo del primer cartucho de fogueo y lo de saltarme el conducto reglamentario. Bueno, por todo hay que pasar y resfriarse, de vez en cuando, no es tan malo; enseguida se recupera uno y más cuando se tiene esa recompensa.
Con esto no he querido quitarle el valor al que lo tiene, mi amigo y compañero de promoción el capitán Francisco Ruiz Sumalla.
Extraído del historial GOE Santa Fe 1985-1996 reducido pág.12
“El día 13 de febrero de 1986, el soldado José Barruiso Penagos, que se encontraba prestando el servicio de guarnición en peñón de Vélez de la Gomera (Ceuta), manipulando su CETME cuando se disponía a entrar de guardia, se le produjo un disparo, a consecuencia del cual es herido de gravedad el cabo Juan Merchán Riveros, siendo evacuado en helicóptero al hospital militar de Melilla”.